-Usted se formó con Jacques
Lacan. A más de dos décadas de su muerte, ¿qué permanece vivo del
maestro?
-Para mí, Lacan vivo es su
texto. Por supuesto tengo recuerdos de su persona, de mi análisis con él, de mi
encuentro y de Lacan en sus seminarios. Tengo recuerdos, pero para mí lo
importante es la orientación que surgió de su obra. Y es verdad que casi desde
su muerte –se van a cumplir veinticinco años–, trabajo estos textos y verifico
cada vez más que, incluso cuando un texto parece difícil de entender,
finalmente si se explica bien, si se trabaja bien, arroja una luz que sirve en
la práctica analítica. Entonces, no pienso de ninguna manera que, a pesar de lo
que algunos dicen, el texto sea el texto muerto y necesite al autor vivo.
Precisamente, un gran texto vive y hay algunos vivientes que no lo hacen.
-Lacan ha diferenciado a
sus alumnos de sus lectores.
-Hizo eso en una coyuntura
muy precisa, única, cuando él viajó por primera vez a América del Sur. Fue en
el viaje a Caracas, en el que se encontraba con gente de Sudamérica que no
conocía, y tenía la costumbre, de hablar por los analistas, por sus
analizantes, por la gente, también, en su seminario un público más o menos
estable, que conocía. Entonces, al llegar a América del Sur diferenció alumnos
y lectores. Es verdad que era una manera de establecer una distancia y
reafirmar, implícitamente creo, que él consideraba que los alumnos eran los que
se habían formado con él, analíticamente hablando.
-¿Usted cómo piensa eso?
Porque también, tiene sus alumnos y sus lectores.
-Curioso, nunca lo pensé
así. Personalmente, no me surge hablar de mis alumnos y sin duda, es porque no
me considero como un amo. Un amo como Lacan, o como Freud se podría decir. El
amo en la medida en que los dos –Freud primero, más que Lacan, porque inventó
el dispositivo completo, pero Lacan, también– son inventores de un nuevo
discurso. Por eso, los podemos llamar amos a pesar de que, quizás, se introduce
una confusión con el amo político, que no es la misma cosa, pero amos de orientación
teórica y práctica en el campo del análisis. Yo no me considero de ninguna
manera inventora de un nuevo discurso, me ubico en la opción de Lacan y creo
que contribuyo a desarrollarla, a hacerla existir todavía, a ampliarla y
difundirla, pero no es la misma cosa. Por eso, sin duda, nunca he pensado en
personas a quienes enseño como mis alumnos.
-Su relación con
Jacques-Alain Miller data de muchos años. Compartieron diversos espacios que
implicaron un arduo trabajo en pos del desarrollo del psicoanálisis, pero
también, y en base a los testimonios que aparecen en el libro El
Psicoanálisis frente al pensamiento único, atravesaron muchos años de
contienda y desacuerdo a pesar de lo cual usted permanecía en la A.M.P. ¿Por
qué decidió quedarse?
-Voy a precisar lo que
introduce la pregunta acerca de la antigüedad del vínculo. Yo llegué a la
Escuela Freudiana de París, la escuela de Lacan y seguí los seminarios, pero
entré como miembro de la escuela en 1976. En ese momento no conocía a Miller.
Sabía que había hecho el índex de los escritos, que era miembro de la escuela,
pero en verdad puedo decir que cuando llegué, para mí, Miller no existía.
Incluso no asistí, en el comienzo, a la sección clínica en París a la cual él
se dedicaba. Entonces, conocí a Miller al final de la Escuela Freudiana, no
puedo precisar si en 1977, o en 1978. Bien, después, efectivamente trabajé, al
momento de la disolución, en la creación de la Escuela de la Causa Freudiana.
Trabajé mucho tiempo en este conjunto y en el Campo Freudiano, también, que
desarrolló todos los seminarios fuera de Francia. Eso para ubicar el principio
de la historia. ¿Y por qué no me marché enseguida cuando vi que algo no
funcionaba? Por una razón que para mí es absolutamente esencial: el problema
era una dificultad del conjunto, y no de carácter individual. Había un problema
individual con las acusaciones de Miller, pero de todos modos, era una
contrariedad de toda la comunidad, entonces, no se me ocurrió salir sola. Y me
quedé hasta que pude comprobar que había un montón de psicoanalistas que tenían
la misma idea. Veía que pensaban, empezaban a concluir que no era posible
continuar así. Entonces, en ese momento sí pude tomar la decisión de marcharme,
pero no sola; con la idea de crear otra comunidad con gente que conocía,
formada, seria, y que no tenía la intención de montar problemas y de hacer lo
mismo que antes.
-Esto dio origen a los
Foros del Campo Lacaniano.
-Sí, exactamente. Es así
que, finalmente, paso a paso, la crisis se desarrolló y que hemos decidido
crear los foros en 1998. Por eso me quedé.
-¿Cómo desarrolló la idea
del “pensamiento único”?
-Esa idea se imponía. Se
imponía cada día. Sobre todos los temas ya sabíamos lo que se debía decir. Que,
quizás, podía ser interesante, además, no es el problema. Sobre todos los temas
sean teóricos, políticos se sabía lo que se debía decir. Si había una jornada
sobre la interpretación, por ejemplo, puesto que hubo una antes del primer paso
de la crisis, había una tesis impuesta, –no impuesta policialmente por
supuesto–, pero impuesta con los medios del discurso. Llegar a la idea del
pensamiento único no requirió un gran esfuerzo intelectual de mi parte, porque
realmente era de la experiencia cotidiana. Además continúa.
-En relación con la
temática del pase, usted promueve una única instancia del pase y de la garantía
funcionando a nivel internacional, y propone la creación de un colegio. ¿Cuál
es la razón de su insistencia en lo internacional?
-En primer lugar le voy a
decir que no fui sola a elaborar la garantía internacional, porque fue el
resultado de una discusión con mucha gente, puesto que quienes salieron de la
AMP para crear los Foros, se encontraban no sólo en Francia sino también en
España, Italia, Australia, Argentina, Colombia, Brasil. Teníamos un lazo con
todos estos foros. Desde años, además. Muchos de ellos eran amigos, colegas de
trabajo. Pensábamos crear una comunidad y hemos creado primero en noviembre de
1999, la Internacional de los Foros del Campo Lacaniano. Es decir, una
federación de estos foros para mantener un lazo que no fuera un lazo desde la
dirección internacional –porque no hay dirección internacional– sino una
cohesión internacional entre los foros. Cuando empezamos a hablar de la
escuela, el debate se extendió durante dos años para saber qué tipo de escuela
queríamos hacer. Puedo decir que en favor de la garantía internacional, se
encontraba el hecho de que la comunidad ya era internacional. No es que hemos
decidido internacionalizar desde un lugar, ya éramos un conjunto internacional.
Sí, habíamos decidido que se podía pensar, que se podrían crear garantías
nacionales –una en Francia, una en España, una en Italia, etc. –. Es un
argumento que depende de la coyuntura después de la crisis. Pero creo que hay
otro argumento, quizás, más fundamental, más fuerte y es que una garantía tiene
más valor si se otorga no entre conocidos. Hemos comprobado las dificultades
que se presentan para hacer funcionar una garantía internacional, pero pienso
que vamos a ir paso a paso resolviéndolas. Hay dificultades puesto que es
verdad que donde se conoce el trabajo de alguien, es en su lugar, y queremos
que la garantía que se da a alguien estimado en su lugar implique también otros
lugares. Entonces, exige que la persona produzca un trabajo que se pueda
evaluar más ampliamente y no solo en el ámbito local.
-¿Cuáles son las
dificultades que se presentan?
-Una de las dificultades es
que cuando se trata de establecer una lista internacional, todos los miembros
de la comisión, por ejemplo, no conocen a todos de la lista. Entonces, se deben
informar, deben estudiar el punto y con criterios un poco objetivos, no se
trata sólo de la opinión del vecino. Pero creo que la garantía internacional es
una idea que tiene su validez. Por otra parte, hay dos títulos que garantizan
la práctica, y está también el pase. Y en el pase, dispositivo de pase también,
tenemos carteles donde hay gente de Europa y gente del otro
lado del Atlántico, es plurilingüístico.
-Usted propone que el cartel del
pase esté compuesto por colegas de dos o tres lenguas diferentes, lo cual puede
generar sus complicaciones.
-No es lo más sencillo. Lo
más sencillo es siempre trabajar en su rinconcito con los más cercanos, los
conocidos, los amigos. Si buscamos la sencillez, no la vamos a encontrar,
precisamente, en lo que estamos proponiendo.
-En el año 2000 en
referencia a la formación del analista y al lugar de la escuela proponía:
“habrá que pensar estructuras nuevas para que el ejercicio del debate con otros
se incluya en el camino de cada uno. El cartel no
basta”. Cuatro años después, ¿qué nos podría decir acerca de esas “estructuras
nuevas”?, ¿están funcionando?
-Intentamos, es bastante
sencillo. El cartel es algo realmente esencial en el
psicoanálisis. El cartel es esencial, porque es una pequeña
estructura donde uno no trabaja solo –porque uno puede delirar en su rincón,
también–. No trabaja solo, habla con otros, intercambia; así posibilita ver si
lo que dice se entiende, se transmite, y del mismo modo, recibir aportes de los
demás. Entonces, es esencial compartir, y a la vez cada uno trabaja, no es una
estructura de enseñanza en la cual uno hace un seminario y los demás escuchan.
No. Creo que realmente es una estructura que permite a cada quien, –a su
nivel–, elaborar y progresar, pero es una estructura pequeña y localizada, por
supuesto. Considero que si hacemos algo internacional, no es para poner “el
Cartel Internacional”, precisamente, sino con la intención de hacer una
comunidad de trabajo internacional, y eso es más difícil, porque están la
distancia, las lenguas. Las lenguas se resuelven, pero la distancia es algo más
complejo. Las estructuras que intentamos desarrollar son estructuras de
intercambios epistémicos, sencillos. Vamos a desarrollar un boletín internacional
con textos que provienen de los diversos lugares. Ahora, hemos organizado, por
ejemplo, un debate para preparar las asambleas. Lo hemos hecho vía mail, lo que
es siempre un poco difícil, pero se puede. Los nuevos dispositivos son los que
permiten intercambiar más allá de lo local. Y todo lo que encontremos para
facilitar eso es bueno.
-Usted le ha dado en
distintos momentos relevante importancia a la diferencia de los sexos en lo
referente a un análisis tanto en la entrada, en el recorrido como hacia el
final. ¿Cuáles son sus formulaciones actuales al respecto?
-Actualmente, no acentuaría
la diferencia en la entrada. La actitud a entrar en la transferencia
finalmente, no me parece diferenciada según hombre o mujer. Sí me parece que,
quizás, existe una diferencia respecto al final del análisis. Voy a explayarme
poco sobre este punto, porque es un punto bastante comentado –no por la
divulgación–, pero creo que lo he dicho, además, un poco al final de mi libro
cuando hablo de lo que Lacan decía de las mujeres, respecto a que las mujeres y
los hombres no tienen la misma ubicación en relación al síntoma. Y se percibe
muy bien, además, en las fórmulas. Cuando se dice: Un hombre tiene un síntoma
fundamental, más allá de los síntomas múltiples, una mujer es un síntoma de un
hombre. Ahí las fórmulas ya marcan una diferencia. Creo que esta diferencia
repercute al nivel del final. Nada más.
-Nos manda a leer el libro.
-Sí.
-En La maldición
sobre el sexo, toma la expresión de Lacan “el escándalo del discurso
analítico”. ¿Le parece que Lacan ha podido superar, a través de las fórmulas de
la sexuación, las dificultades que se presentan en Freud al momento de pensar,
desde la estructura, la diferencia hombre-mujer?
-Sí. Quizás, no sé si lo
pensaba en el momento en el cual hice el curso sobre La maldición sobre
el sexo, pero en mi último libro, con los años transcurridos entre los dos
textos, pienso que efectivamente, Lacan ha logrado superar este escándalo. El
escándalo –que Lacan atribuye a la Asociación Freudiana, IPA, pero que viene de
Freud– consistía en el hecho de que el propio Freud ha pensado a las mujeres
sobre el modelo que había construido respecto al hombre. Lacan dice que utiliza
la misma vara, medida, para las mujeres y que este escándalo se encuentra
disimulado desde Freud. Hubo un momento en los años ’30 donde se desarrolló un
debate sobre el tema, y después, nada más. Para simplificar, Lacan relanzó el
tema, hay que decirlo. Lo relanzó y seguro que con las fórmulas de la sexuación
y especialmente lo que sigue al seminario Encore, no comparte de
ninguna manera la posición freudiana. Pero lo que descubrí desde el seminario
sobre La maldición sobre el sexo es que si se lee bien, Lacan
ya había contestado la pregunta “¿qué quiere la mujer?”, pregunta del Freud del
último período, con la cual confesaba no haber resuelto el problema. Freud es
siempre más sutil de lo que uno piensa.
Entonces, Lacan contesta a
la pregunta ¿qué quiere una mujer? desde 1958 en los textos sobre,
precisamente, la sexualidad femenina, los textos que se encuentran en los
escritos. Produce una respuesta sobre este punto. Después, la desarrolla de
otra manera y amplia en El atolondradicho.
-Ya estaba en ciernes ahí
su idea. ¿Y la respuesta cuál es?, ¿Nos puede contar?
-Hay que leerlo.
-En las últimas décadas, se
han producido cambios importantes en el terreno sexual. Hay una apertura a
aceptar prácticas que antes eran socialmente rechazadas. ¿El discurso
psicoanalítico ha tenido alguna incidencia en ello?
-Sí, pienso que sí; creo
que un siglo de psicoanálisis no fue sin efecto a este nivel. Quizás no sólo se
trata de la incidencia del psicoanálisis, existe la incidencia del capitalismo,
hay la incidencia de lo que formulamos, cuando decimos con la expresión de
Lacan, el Otro no existe. Pero creo que el mensaje freudiano sobre lo que él
mismo ha llamado la perversión polimorfa, es decir, las fragmentaciones de las
zonas erógenas, de las pulsiones, todo eso que Freud descubrió en 1905, los
ensayos sobre la sexualidad, fue un escándalo, pero ahora es una banalidad.
Todos saben eso, y lo que Freud sacó de la represión con tanto esfuerzo, ahora,
se encuentra exhibido en la superficie del discurso sobre las pantallas de la
televisión y es como si el mensaje freudiano hubiera pasado.
-¿Es el mensaje freudiano
el que caló de alguna manera en la cultura? ¿O es que Freud se anticipó a lo
que iba a venir?
-No creo que Freud se haya
anticipado. Nada indica que se anticipó, porque Freud nos habla de las
pulsiones reprimidas, refoulées; en castellano, hay una sola
palabra para dos. Las pulsiones reprimidas que él descubre vía el
desciframiento del síntoma, no las descubre observando a los sujetos.
Observando a los sujetos descubre en el marco de la educación de su tiempo –una
educación victoriana, bien normativa–, los ideales, las normas, las buenas
conductas y los síntomas que impedían funcionar cosas. En todo eso, no hay nada
que indique la presencia pulsional. Es descifrando los síntomas que descubre lo
que detrás del síntoma se fabrica (podemos decir, a partir de las pulsiones
reprimidas y el desplazamiento de las pulsiones reprimidas). Freud no
anticipaba de ninguna manera. El solo esperaba que, quizás, el psicoanálisis
pudiera impedir una represión demasiado feroz de las pulsiones, pero Freud
nunca anticipó el hecho que la represión de las pulsiones podría bajar al punto
que vemos ahora.
-Entonces, diríamos que el
discurso psicoanalítico ha tenido una incidencia muy importante en la civilización.
-Yo pienso, que sí, que en
el cambio del siglo, ha tenido su incidencia. Por supuesto, también están estos
otros factores que mencionaba.
-Postular el amor de
finales de siglo XX, como un amor sin modelos, ¿implica proponer nuevos modos
de intervención por parte de los psicoanalistas?
-No, no creo, los modelos,
en las épocas donde sí los había, no eran modelos individuales, eran modelos
del discurso colectivo, del discurso común. Y el analista no tiene nada que
objetar a eso, más bien podríamos pensar que no había análisis en las épocas
que evoco, entonces, no podemos decir lo que hubiera producido. Más bien el
análisis hubiera desmontado los modelos, puesto que estos son modelos ideales,
fabricación vía el lenguaje de lo que llamamos semblante, construcción de
imágenes ideales que definen la pareja. Y el análisis desde Freud tiene el
efecto de hacer aparecer el hecho de que los ideales vienen del Otro, del
lenguaje. Ahora, efectivamente, los analizantes –como dicen– intentan construir
una pareja. Vale decir, inventar cada uno una manera de vivir con el otro en el
tiempo, no solo un pequeño par de años, pero algo que se sueña de eso, de algo
que atraviesa la vida. Y eso, se formula así, porque no hay más tipo ideal, y
cada uno se arregla con su cada uno o su cada una.
-En referencia a la
dimensión terapéutica del psicoanálisis respecto a síntomas, tales como fobias
u obsesiones, uno de sus planteos es que la pareja sexual es siempre
sintomática. ¿Esto es algo inherente a la pareja sexual o, se relaciona con que
ya no hay modelos?
-Es más fundamental.
Podríamos decir que los modelos mismos eran sintomáticos. Podríamos decir eso
–se necesitaría, quizás, desarrollar un poco–, pero cuando digo que la pareja
es sintomática me refiero a la idea que Lacan ha formulado de diversas maneras,
pero finalmente, con la expresión “No hay proporción sexual”, lo que quiere
decir sencillamente que en el Otro, el Otro del discurso, el Otro del lenguaje,
no hay inscripción de una pareja de goce, hay ideales, mujeres ideales, hombres
ideales. Son significantes finalmente. En el Otro, hay los significantes de la
mujer, los significantes del hombre, de los niños, también, pero eso no dice
nada del aspecto viviente del goce corporal, y especialmente, en la pareja. La
elección del partenaire se encuentra determinada vía el
inconsciente. Es lo que significa decir: es sintomática. Y no puede ser otra
cosa que sintomática, precisamente, porque no hay una inscripción universal y,
tampoco, un lazo natural, como se da en los mamíferos superiores. El macho
va a la hembra. En la especie humana no es así.
-Usted lo ubica en aquel
punto donde lo terapéutico del psicoanálisis no avanza tanto, por decirlo de
algún modo. Con otro tipo de síntomas, con las obsesiones, con las fobias, el
psicoanálisis es más terapéutico.
-Oh, no.
No he dicho eso.
- Entonces no he
comprendido bien su planteo.
-No, no. Seguro, el
psicoanálisis puede curar los síntomas clásicos, obsesión, fobia, pero más allá
de eso, el psicoanálisis muchas veces –no siempre, pero con muchos sujetos–
cambia algo al nivel de la manera de relacionarse al otro sexo, incluso, es a
este nivel el verdadero efecto. Y es por eso, por ejemplo, que Lacan comenta el
caso de El hombre de las ratas, de Freud. Freud ha curado al hombre
de las ratas de manera magnífica de su obsesión, pero sin su obsesión el hombre
de las ratas era todavía un neurótico con una relación a la muerte y a la mujer
que necesitaba un poco más de análisis.
-Esto va en la línea del
planteo que le formulo, vale decir que la obsesión –por ejemplo– sería más
fácil de superar.
-Más visible, sobre todo.
-A cien años del Blooms
day, retomo un planteo que expusiera en relación con la tesis que postula
Jung con respecto al Ulises de Joyce. Jung decía que era
ininterpretable. Su afirmación es que esa tesis es perfectamente
lacaniana avant la lettre.
-Lacan no
ha dicho exactamente que Joyce no era interpretable. Ha dicho cosas, pero bajo
otra forma. Ha dicho que su texto no dice nada a nuestro inconsciente, no
resuena con nuestro inconsciente. Él no ha hablado exactamente del no
interpretar. Me parece que Jung ha captado algo, efectivamente, que algunos no
están de acuerdo, los universitarios no están de acuerdo para decir que Joyce
no se puede interpretar, queUlises, más bien, no se puede interpretar.
Intentan interpretarlo y dicen: puesto que intentamos hacerlo y lo hacemos como
pueden decir que no es interpretable. Pero creo que Jung captó algo y, además,
estaba enfurecido con el texto de Ulises, porque vio que parecía
algo como asociación libre, pero que no se lograba sacar una interpretación.
Había tantas interpretaciones probables que no había una posible.
-Antes de Lacan, Jung ya
había centrado su atención en ese texto.
Sí, había captado eso sobre
Ulises. Es un texto bien interesante, pero sabe que antes de Lacan, muchas
cosas interesantes fueron dichas.
-Y después también, por
suerte. En su viaje a la Argentina durante julio de 2004 ha tenido
participación en distintos ámbitos, uno de los más importantes es el
concerniente a la I Cita de la Escuela de Psicoanálisis del Campo Lacaniano.
¿En qué consiste?
-Sí, mañana empezamos lo
que llamamos la cita –en francés, la rendezvous– del foro y de la
Escuela Internacional del Campo Lacaniano. Hay dos partes. En realidad, hay una
parte que es un congreso epistémico teórico bajo el título Las
interpretaciones del psicoanálisis, es decir, las concepciones del
psicoanálisis respecto a la dirección de la cura hacia el final de análisis,
especialmente. Además, tenemos un día y medio de asamblea institucional, porque
en nuestro conjunto internacional de foro y de escuela hemos creado la escuela
después de la internacional de los foros en diciembre.
Una nueva configuración
institucional. Hemos decidido que, después de dos años, íbamos a reestudiar los
dispositivos elegidos y, eventualmente, a modificarlos en función a la
experiencia realizada. Así, se destina medio día para la asociación de los
Foros, medio día para la asociación de Escuela, otro medio día para un voto de
la Asamblea de la Internacional de los Foros y, después, un voto por correo de
todos los miembros de la Escuela. También se va a desarrollar la Cita, que es
abierta al público general. Uno viene, se inscribe, escucha, participa, discute
si quiere. Quisiera subrayar la importancia y lo que está en juego en
este encuentro actual, puesto que es un momento, precisamente, para ajustar
este dispositivo internacional del cual le decía un momento atrás, que presenta
cierta dificultad y que intentamos corregir los tropiezos.
-Y avanzar.
-Y avanzar siempre.
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