viernes, 15 de junio de 2012

Carta de Einstein


Estimado profesor Freud:

La propuesta de la Liga de las Naciones y de su Instituto Internacional de Cooperación Intelectual en París para que invite a alguien, elegido por mí mismo, a un franco intercambio de ideas sobre cualquier problema que yo desee escoger me brinda una muy grata oportunidad de debatir con usted una cuestión que, tal como están ahora las cosas, parece el más imperioso de todos los problemas que la civilización debe enfrentar. El problema es este: ¿Hay algún camino para evitar a la humanidad los estragos de la guerra? Es bien sabido que, con el avance de la ciencia moderna, este ha pasado a ser un asunto de vida o muerte para la civilización tal cual la conocemos; sin embargo, pese al empeño que se ha puesto, todo intento de darle solución ha terminado en un lamentable fracaso.

Creo, además, que aquellos que tienen por deber abordar profesional y prácticamente el problema no hacen sino percatarse cada vez más de su impotencia para ello, y albergan ahora un intenso anhelo de conocer las opiniones de quienes, absorbidos en el quehacer científico, pueden ver los problemas del mundo con la perspectiva que la distancia ofrece. En lo que a mí atañe, el objetivo normal de mi pensamiento no me hace penetrar las oscuridades de la voluntad y el sentimiento humanos. Así pues, en la indagación que ahora se nos ha propuesto, poco puedo hacer más allá de tratar de aclarar la cuestión y, despejando las soluciones más obvias, permitir que usted ilumine el problema con la luz de su vasto saber acerca de la vida pulsional del hombre. Hay ciertos obstáculos psicológicos cuya presencia puede borrosamente vislumbrar un lego en las ciencias del alma, pero cuyas interrelaciones y vicisitudes es incapaz de imaginar; estoy seguro de que usted podrá sugerir métodos educativos, más o menos ajenos al ámbito de la política, para eliminar esos obstáculos.

Siendo inmune a las inclinaciones nacionalistas, veo personalmente una manera simple de tratar el aspecto superficial (o sea, administrativo) del problema: la creación, con el consenso internacional, de un cuerpo legislativo y judicial para dirimir cualquier conflicto que surgiere entre las naciones. Cada nación debería avenirse a respetar las órdenes emanadas de este cuerpo legislativo, someter toda disputa a su decisión, aceptar sin reserva sus dictámenes y llevar a cabo cualquier medida que el tribunal estimare necesaria para la ejecución de sus decretos. Pero aquí, de entrada, me enfrento con una dificultad; un tribunal es una institución humana que, en la medida en que el poder que posee resulta insuficiente para hacer cumplir sus veredictos, es tanto más propenso a que estos últimos sean desvirtuados por presión extrajudicial. Este es un hecho que debemos tener en cuenta; el derecho y el poder van inevitablemente de la mano, y las decisiones jurídicas se aproximan más a la justicia ideal que demanda la comunidad (en cuyo nombre e interés se pronuncian dichos veredictos) en tanto y en cuanto esta tenga un poder efectivo para exigir respeto a su ideal jurídico. Pero en la actualidad estamos lejos de poseer una organización supranacional competente para emitir veredictos de autoridad incontestable e imponer el acatamiento absoluto a la ejecución de estos. Me veo llevado, de tal modo, a mi primer axioma: el logro de seguridad internacional implica la renuncia incondicional, en una cierta medida, de todas las naciones a su libertad de acción, vale decir, a su soberanía, y está claro fuera de toda duda que ningún otro camino puede conducir a esa seguridad.

El escaso éxito que tuvieron, pese a su evidente honestidad, todos los esfuerzos realizados en la última década para alcanzar esta meta no deja lugar a dudas de que hay en juego fuertes factores psicológicos, que paralizan tales esfuerzos. No hay que andar mucho para descubrir algunos de esos factores. El afán de poder que caracteriza a la clase gobernante de todas las naciones es hostil a cualquier limitación de la soberanía nacional. Este hambre de poder político suele medrar gracias a las actividades de otro grupo guiado por aspiraciones puramente mercenarias, económicas. Pienso especialmente en ese pequeño pero resuelto grupo, activo en toda nación, compuesto de individuos que, indiferentes a las consideraciones y moderaciones sociales, ven en la guerra, en la fabricación y venta de armamentos, nada más que una ocasión para favorecer sus intereses particulares y extender su autoridad personal.

Ahora bien, reconocer este hecho obvio no es sino el primer paso hacia una apreciación del actual estado de cosas. Otra cuestión se impone de inmediato: ¿Cómo es posible que esta pequeña camarilla someta al servicio de sus ambiciones la voluntad de la mayoría, para la cual el estado de guerra representa pérdidas y sufrimientos? (Al referirme a la mayoría, no excluyo a los soldados de todo rango que han elegido la guerra como profesión en la creencia de que con su servicio defienden los más altos intereses de la raza, y de que el ataque es a menudo el mejor método de defensa.) Una respuesta evidente a esta pregunta parecería ser que la minoría, la clase dominante hoy, tiene bajo su influencia las escuelas y la prensa, y por lo general también la Iglesia. Esto les permite organizar y gobernar las emociones de las masas, y convertirlas en su instrumento.

Sin embargo, ni aun esta respuesta proporciona una solución completa. De ella surge esta otra pregunta: ¿Cómo es que estos procedimientos logran despertar en los hombres tan salvaje entusiasmo, hasta llevarlos a sacrificar su vida? Sólo hay una contestación posible: porque el hombre tiene dentro de sí un apetito de odio y destrucción. En épocas normales esta pasión existe en estado latente, y únicamente emerge en circunstancias inusuales; pero es relativamente sencillo ponerla en juego y exaltarla hasta el poder de una psicosis colectiva. Aquí radica, tal vez, el quid de todo el complejo de factores que estamos considerando, un enigma que el experto en el conocimiento de las pulsiones humanas puede resolver.

Y así llegamos a nuestro último interrogante: ¿Es posible controlar la evolución mental del hombre como para ponerlo a salvo de las psicosis del odio y la destructividad? En modo alguno pienso aquí solamente en las llamadas «masas ¡letradas». La experiencia prueba que es más bien la llamada «intelectualidad» la más proclive a estas desastrosas sugestiones colectivas, ya que el intelectual no tiene contacto directo con la vida al desnudo ' sino que se topa con esta en su forma sintética más sencilla: sobre la página impresa.

Para terminar: hasta ahora sólo me he referido a las guerras entre naciones, a lo que se conoce como conflictos internacionales. Pero sé muy bien que la pulsión agresiva opera bajo otras formas y en otras circunstancias. (Pienso en las guerras civiles, por ejemplo, que antaño se debían al fervor religioso, pero en nuestros días a factores sociales; o, también, en la persecución de las minorías raciales.) No obstante, mi insistencia en la forma más típica, cruel y extravagante de conflicto entre los hombres ha sido deliberada, pues en este caso tenemos la mejor oportunidad de descubrir la manera y los medios de tornar imposibles todos los conflictos armados.

Sé que en sus escritos podemos hallar respuestas, explícitas o tácitas, a todos los aspectos de este urgente y absorbente problema. Pero sería para todos nosotros un gran servicio que usted expusiese el problema de la paz mundial a la luz de sus descubrimientos más recientes, porque esa exposición podría muy bien marcar el camino para nuevos y fructíferos modos de acción.

Muy atentamente,

Albert Einstein

lunes, 21 de mayo de 2012

Entrevista a Colette Soler - Por Emilia Cueto (ElSigma e Imago-Agenda)


-Usted se formó con Jacques Lacan. A más de dos décadas de su muerte, ¿qué permanece vivo del maestro? 

-Para mí, Lacan vivo es su texto. Por supuesto tengo recuerdos de su persona, de mi análisis con él, de mi encuentro y de Lacan en sus seminarios. Tengo recuerdos, pero para mí lo importante es la orientación que surgió de su obra. Y es verdad que casi desde su muerte –se van a cumplir veinticinco años–, trabajo estos textos y verifico cada vez más que, incluso cuando un texto parece difícil de entender, finalmente si se explica bien, si se trabaja bien, arroja una luz que sirve en la práctica analítica. Entonces, no pienso de ninguna manera que, a pesar de lo que algunos dicen, el texto sea el texto muerto y necesite al autor vivo. Precisamente, un gran texto vive y hay algunos vivientes que no lo hacen.

-Lacan ha diferenciado a sus alumnos de sus lectores.

-Hizo eso en una coyuntura muy precisa, única, cuando él viajó por primera vez a América del Sur. Fue en el viaje a Caracas, en el que se encontraba con gente de Sudamérica que no conocía, y tenía la costumbre, de hablar por los analistas, por sus analizantes, por la gente, también, en su seminario un público más o menos estable, que conocía. Entonces, al llegar a América del Sur diferenció alumnos y lectores. Es verdad que era una manera de establecer una distancia y reafirmar, implícitamente creo, que él consideraba que los alumnos eran los que se habían formado con él, analíticamente hablando.

-¿Usted cómo piensa eso? Porque también, tiene sus alumnos y sus lectores.

-Curioso, nunca lo pensé así. Personalmente, no me surge hablar de mis alumnos y sin duda, es porque no me considero como un amo. Un amo como Lacan, o como Freud se podría decir. El amo en la medida en que los dos –Freud primero, más que Lacan, porque inventó el dispositivo completo, pero Lacan, también– son inventores de un nuevo discurso. Por eso, los podemos llamar amos a pesar de que, quizás, se introduce una confusión con el amo político, que no es la misma cosa, pero amos de orientación teórica y práctica en el campo del análisis. Yo no me considero de ninguna manera inventora de un nuevo discurso, me ubico en la opción de Lacan y creo que contribuyo a desarrollarla, a hacerla existir todavía, a ampliarla y difundirla, pero no es la misma cosa. Por eso, sin duda, nunca he pensado en personas a quienes enseño como mis alumnos.

-Su relación con Jacques-Alain Miller data de muchos años. Compartieron diversos espacios que implicaron un arduo trabajo en pos del desarrollo del psicoanálisis, pero también, y en base a los testimonios que aparecen en el libro El Psicoanálisis frente al pensamiento único, atravesaron muchos años de contienda y desacuerdo a pesar de lo cual usted permanecía en la A.M.P. ¿Por qué decidió quedarse?

-Voy a precisar lo que introduce la pregunta acerca de la antigüedad del vínculo. Yo llegué a la Escuela Freudiana de París, la escuela de Lacan y seguí los seminarios, pero entré como miembro de la escuela en 1976. En ese momento no conocía a Miller. Sabía que había hecho el índex de los escritos, que era miembro de la escuela, pero en verdad puedo decir que cuando llegué, para mí, Miller no existía. Incluso no asistí, en el comienzo, a la sección clínica en París a la cual él se dedicaba. Entonces, conocí a Miller al final de la Escuela Freudiana, no puedo precisar si en 1977, o en 1978. Bien, después, efectivamente trabajé, al momento de la disolución, en la creación de la Escuela de la Causa Freudiana. Trabajé mucho tiempo en este conjunto y en el Campo Freudiano, también, que desarrolló todos los seminarios fuera de Francia. Eso para ubicar el principio de la historia. ¿Y por qué no me marché enseguida cuando vi que algo no funcionaba? Por una razón que para mí es absolutamente esencial: el problema era una dificultad del conjunto, y no de carácter individual. Había un problema individual con las acusaciones de Miller, pero de todos modos, era una contrariedad de toda la comunidad, entonces, no se me ocurrió salir sola. Y me quedé hasta que pude comprobar que había un montón de psicoanalistas que tenían la misma idea. Veía que pensaban, empezaban a concluir que no era posible continuar así. Entonces, en ese momento sí pude tomar la decisión de marcharme, pero no sola; con la idea de crear otra comunidad con gente que conocía, formada, seria, y que no tenía la intención de montar problemas y de hacer lo mismo que antes.

-Esto dio origen a los Foros del Campo Lacaniano.

-Sí, exactamente. Es así que, finalmente, paso a paso, la crisis se desarrolló y que hemos decidido crear los foros en 1998. Por eso me quedé.

-¿Cómo desarrolló la idea del “pensamiento único”?

-Esa idea se imponía. Se imponía cada día. Sobre todos los temas ya sabíamos lo que se debía decir. Que, quizás, podía ser interesante, además, no es el problema. Sobre todos los temas sean teóricos, políticos se sabía lo que se debía decir. Si había una jornada sobre la interpretación, por ejemplo, puesto que hubo una antes del primer paso de la crisis, había una tesis impuesta, –no impuesta policialmente por supuesto–, pero impuesta con los medios del discurso. Llegar a la idea del pensamiento único no requirió un gran esfuerzo intelectual de mi parte, porque realmente era de la experiencia cotidiana. Además continúa.

-En relación con la temática del pase, usted promueve una única instancia del pase y de la garantía funcionando a nivel internacional, y propone la creación de un colegio. ¿Cuál es la razón de su insistencia en lo internacional?

-En primer lugar le voy a decir que no fui sola a elaborar la garantía internacional, porque fue el resultado de una discusión con mucha gente, puesto que quienes salieron de la AMP para crear los Foros, se encontraban no sólo en Francia sino también en España, Italia, Australia, Argentina, Colombia, Brasil. Teníamos un lazo con todos estos foros. Desde años, además. Muchos de ellos eran amigos, colegas de trabajo. Pensábamos crear una comunidad y hemos creado primero en noviembre de 1999, la Internacional de los Foros del Campo Lacaniano. Es decir, una federación de estos foros para mantener un lazo que no fuera un lazo desde la dirección internacional –porque no hay dirección internacional– sino una cohesión internacional entre los foros. Cuando empezamos a hablar de la escuela, el debate se extendió durante dos años para saber qué tipo de escuela queríamos hacer. Puedo decir que en favor de la garantía internacional, se encontraba el hecho de que la comunidad ya era internacional. No es que hemos decidido internacionalizar desde un lugar, ya éramos un conjunto internacional. Sí, habíamos decidido que se podía pensar, que se podrían crear garantías nacionales –una en Francia, una en España, una en Italia, etc. –. Es un argumento que depende de la coyuntura después de la crisis. Pero creo que hay otro argumento, quizás, más fundamental, más fuerte y es que una garantía tiene más valor si se otorga no entre conocidos. Hemos comprobado las dificultades que se presentan para hacer funcionar una garantía internacional, pero pienso que vamos a ir paso a paso resolviéndolas. Hay dificultades puesto que es verdad que donde se conoce el trabajo de alguien, es en su lugar, y queremos que la garantía que se da a alguien estimado en su lugar implique también otros lugares. Entonces, exige que la persona produzca un trabajo que se pueda evaluar más ampliamente y no solo en el ámbito local.

-¿Cuáles son las dificultades que se presentan?

-Una de las dificultades es que cuando se trata de establecer una lista internacional, todos los miembros de la comisión, por ejemplo, no conocen a todos de la lista. Entonces, se deben informar, deben estudiar el punto y con criterios un poco objetivos, no se trata sólo de la opinión del vecino. Pero creo que la garantía internacional es una idea que tiene su validez. Por otra parte, hay dos títulos que garantizan la práctica, y está también el pase. Y en el pase, dispositivo de pase también, tenemos carteles donde hay gente de Europa y gente del otro lado del Atlántico, es plurilingüístico.

-Usted propone que el cartel del pase esté compuesto por colegas de dos o tres lenguas diferentes, lo cual puede generar sus complicaciones.

-No es lo más sencillo. Lo más sencillo es siempre trabajar en su rinconcito con los más cercanos, los conocidos, los amigos. Si buscamos la sencillez, no la vamos a encontrar, precisamente, en lo que estamos proponiendo.

-En el año 2000 en referencia a la formación del analista y al lugar de la escuela proponía: “habrá que pensar estructuras nuevas para que el ejercicio del debate con otros se incluya en el camino de cada uno.  El cartel no basta”. Cuatro años después, ¿qué nos podría decir acerca de esas “estructuras nuevas”?, ¿están funcionando?

-Intentamos, es bastante sencillo. El cartel es algo realmente esencial en el psicoanálisis. El cartel es esencial, porque es una pequeña estructura donde uno no trabaja solo –porque uno puede delirar en su rincón, también–. No trabaja solo, habla con otros, intercambia; así posibilita ver si lo que dice se entiende, se transmite, y del mismo modo, recibir aportes de los demás. Entonces, es esencial compartir, y a la vez cada uno trabaja, no es una estructura de enseñanza en la cual uno hace un seminario y los demás escuchan. No. Creo que realmente es una estructura que permite a cada quien, –a su nivel–, elaborar y progresar, pero es una estructura pequeña y localizada, por supuesto. Considero que si hacemos algo internacional, no es para poner “el Cartel Internacional”, precisamente, sino con la intención de hacer una comunidad de trabajo internacional, y eso es más difícil, porque están la distancia, las lenguas. Las lenguas se resuelven, pero la distancia es algo más complejo. Las estructuras que intentamos desarrollar son estructuras de intercambios epistémicos, sencillos. Vamos a desarrollar un boletín internacional con textos que provienen de los diversos lugares. Ahora, hemos organizado, por ejemplo, un debate para preparar las asambleas. Lo hemos hecho vía mail, lo que es siempre un poco difícil, pero se puede. Los nuevos dispositivos son los que permiten intercambiar más allá de lo local. Y todo lo que encontremos para facilitar eso es bueno.

-Usted le ha dado en distintos momentos relevante importancia a la diferencia de los sexos en lo referente a un análisis tanto en la entrada, en el recorrido como hacia el final. ¿Cuáles son sus formulaciones actuales al respecto?

-Actualmente, no acentuaría la diferencia en la entrada. La actitud a entrar en la transferencia finalmente, no me parece diferenciada según hombre o mujer. Sí me parece que, quizás, existe una diferencia respecto al final del análisis. Voy a explayarme poco sobre este punto, porque es un punto bastante comentado –no por la divulgación–, pero creo que lo he dicho, además, un poco al final de mi libro cuando hablo de lo que Lacan decía de las mujeres, respecto a que las mujeres y los hombres no tienen la misma ubicación en relación al síntoma. Y se percibe muy bien, además, en las fórmulas. Cuando se dice: Un hombre tiene un síntoma fundamental, más allá de los síntomas múltiples, una mujer es un síntoma de un hombre. Ahí las fórmulas ya marcan una diferencia. Creo que esta diferencia repercute al nivel del final. Nada más.

-Nos manda a leer el libro.

-Sí.

-En La maldición sobre el sexo, toma la expresión de Lacan “el escándalo del discurso analítico”. ¿Le parece que Lacan ha podido superar, a través de las fórmulas de la sexuación, las dificultades que se presentan en Freud al momento de pensar, desde la estructura, la diferencia hombre-mujer?

-Sí. Quizás, no sé si lo pensaba en el momento en el cual hice el curso sobre La maldición sobre el sexo, pero en mi último libro, con los años transcurridos entre los dos textos, pienso que efectivamente, Lacan ha logrado superar este escándalo. El escándalo –que Lacan atribuye a la Asociación Freudiana, IPA, pero que viene de Freud– consistía en el hecho de que el propio Freud ha pensado a las mujeres sobre el modelo que había construido respecto al hombre. Lacan dice que utiliza la misma vara, medida, para las mujeres y que este escándalo se encuentra disimulado desde Freud. Hubo un momento en los años ’30 donde se desarrolló un debate sobre el tema, y después, nada más. Para simplificar, Lacan relanzó el tema, hay que decirlo. Lo relanzó y seguro que con las fórmulas de la sexuación y especialmente lo que sigue al seminario Encore, no comparte de ninguna manera la posición freudiana. Pero lo que descubrí desde el seminario sobre La maldición sobre el sexo es que si se lee bien, Lacan ya había contestado la pregunta “¿qué quiere la mujer?”, pregunta del Freud del último período, con la cual confesaba no haber resuelto el problema. Freud es siempre más sutil de lo que uno piensa.
Entonces, Lacan contesta a la pregunta ¿qué quiere una mujer? desde 1958 en los textos sobre, precisamente, la sexualidad femenina, los textos que se encuentran en los escritos. Produce una respuesta sobre este punto. Después, la desarrolla de otra manera y amplia en El atolondradicho.

-Ya estaba en ciernes ahí su idea. ¿Y la respuesta cuál es?, ¿Nos puede contar?

-Hay que leerlo.

-En las últimas décadas, se han producido cambios importantes en el terreno sexual. Hay una apertura a aceptar prácticas que antes eran socialmente rechazadas. ¿El discurso psicoanalítico ha tenido alguna incidencia en ello?

-Sí, pienso que sí; creo que un siglo de psicoanálisis no fue sin efecto a este nivel. Quizás no sólo se trata de la incidencia del psicoanálisis, existe la incidencia del capitalismo, hay la incidencia de lo que formulamos, cuando decimos con la expresión de Lacan, el Otro no existe. Pero creo que el mensaje freudiano sobre lo que él mismo ha llamado la perversión polimorfa, es decir, las fragmentaciones de las zonas erógenas, de las pulsiones, todo eso que Freud descubrió en 1905, los ensayos sobre la sexualidad, fue un escándalo, pero ahora es una banalidad. Todos saben eso, y lo que Freud sacó de la represión con tanto esfuerzo, ahora, se encuentra exhibido en la superficie del discurso sobre las pantallas de la televisión y es como si el mensaje freudiano hubiera pasado.

-¿Es el mensaje freudiano el que caló de alguna manera en la cultura? ¿O es que Freud se anticipó a lo que iba a venir?

-No creo que Freud se haya anticipado. Nada indica que se anticipó, porque Freud nos habla de las pulsiones reprimidas, refoulées; en castellano, hay una sola palabra para dos. Las pulsiones reprimidas que él descubre vía el desciframiento del síntoma, no las descubre observando a los sujetos. Observando a los sujetos descubre en el marco de la educación de su tiempo –una educación victoriana, bien normativa–, los ideales, las normas, las buenas conductas y los síntomas que impedían funcionar cosas. En todo eso, no hay nada que indique la presencia pulsional. Es descifrando los síntomas que descubre lo que detrás del síntoma se fabrica (podemos decir, a partir de las pulsiones reprimidas y el desplazamiento de las pulsiones reprimidas). Freud no anticipaba de ninguna manera. El solo esperaba que, quizás, el psicoanálisis pudiera impedir una represión demasiado feroz de las pulsiones, pero Freud nunca anticipó el hecho que la represión de las pulsiones podría bajar al punto que vemos ahora.

-Entonces, diríamos que el discurso psicoanalítico ha tenido una incidencia muy importante en la civilización.

-Yo pienso, que sí, que en el cambio del siglo, ha tenido su incidencia. Por supuesto, también están estos otros factores que mencionaba.

-Postular el amor de finales de siglo XX, como un amor sin modelos, ¿implica proponer nuevos modos de intervención por parte de los psicoanalistas?

-No, no creo, los modelos, en las épocas donde sí los había, no eran modelos individuales, eran modelos del discurso colectivo, del discurso común. Y el analista no tiene nada que objetar a eso, más bien podríamos pensar que no había análisis en las épocas que evoco, entonces, no podemos decir lo que hubiera producido. Más bien el análisis hubiera desmontado los modelos, puesto que estos son modelos ideales, fabricación vía el lenguaje de lo que llamamos semblante, construcción de imágenes ideales que definen la pareja. Y el análisis desde Freud tiene el efecto de hacer aparecer el hecho de que los ideales vienen del Otro, del lenguaje. Ahora, efectivamente, los analizantes –como dicen– intentan construir una pareja. Vale decir, inventar cada uno una manera de vivir con el otro en el tiempo, no solo un pequeño par de años, pero algo que se sueña de eso, de algo que atraviesa la vida. Y eso, se formula así, porque no hay más tipo ideal, y cada uno se arregla con su cada uno o su cada una.

-En referencia a la dimensión terapéutica del psicoanálisis respecto a síntomas, tales como fobias u obsesiones, uno de sus planteos es que la pareja sexual es siempre sintomática. ¿Esto es algo inherente a la pareja sexual o, se relaciona con que ya no hay modelos?

-Es más fundamental. Podríamos decir que los modelos mismos eran sintomáticos. Podríamos decir eso –se necesitaría, quizás, desarrollar un poco–, pero cuando digo que la pareja es sintomática me refiero a la idea que Lacan ha formulado de diversas maneras, pero finalmente, con la expresión “No hay proporción sexual”, lo que quiere decir sencillamente que en el Otro, el Otro del discurso, el Otro del lenguaje, no hay inscripción de una pareja de goce, hay ideales, mujeres ideales, hombres ideales. Son significantes finalmente. En el Otro, hay los significantes de la mujer, los significantes del hombre, de los niños, también, pero eso no dice nada del aspecto viviente del goce corporal, y especialmente, en la pareja. La elección del partenaire se encuentra determinada vía el inconsciente. Es lo que significa decir: es sintomática. Y no puede ser otra cosa que sintomática, precisamente, porque no hay una inscripción universal y, tampoco, un lazo natural, como se da en los mamíferos superiores. El macho va a la hembra. En la especie humana no es así.

-Usted lo ubica en aquel punto donde lo terapéutico del psicoanálisis no avanza tanto, por decirlo de algún modo. Con otro tipo de síntomas, con las obsesiones, con las fobias, el psicoanálisis es más terapéutico.

-Oh, no. No he dicho eso.

- Entonces no he comprendido bien su planteo.

-No, no. Seguro, el psicoanálisis puede curar los síntomas clásicos, obsesión, fobia, pero más allá de eso, el psicoanálisis muchas veces –no siempre, pero con muchos sujetos– cambia algo al nivel de la manera de relacionarse al otro sexo, incluso, es a este nivel el verdadero efecto. Y es por eso, por ejemplo, que Lacan comenta el caso de El hombre de las ratas, de Freud. Freud ha curado al hombre de las ratas de manera magnífica de su obsesión, pero sin su obsesión el hombre de las ratas era todavía un neurótico con una relación a la muerte y a la mujer que necesitaba un poco más de análisis.

-Esto va en la línea del planteo que le formulo, vale decir que la obsesión –por ejemplo– sería más fácil de superar.

-Más visible, sobre todo.

-A cien años del Blooms day, retomo un planteo que expusiera en relación con la tesis que postula Jung con respecto al Ulises de Joyce. Jung decía que era ininterpretable. Su afirmación es que esa tesis es perfectamente lacaniana avant la lettre.

-Lacan no ha dicho exactamente que Joyce no era interpretable. Ha dicho cosas, pero bajo otra forma. Ha dicho que su texto no dice nada a nuestro inconsciente, no resuena con nuestro inconsciente. Él no ha hablado exactamente del no interpretar. Me parece que Jung ha captado algo, efectivamente, que algunos no están de acuerdo, los universitarios no están de acuerdo para decir que Joyce no se puede interpretar, queUlises, más bien, no se puede interpretar. Intentan interpretarlo y dicen: puesto que intentamos hacerlo y lo hacemos como pueden decir que no es interpretable. Pero creo que Jung captó algo y, además, estaba enfurecido con el texto de Ulises, porque vio que parecía algo como asociación libre, pero que no se lograba sacar una interpretación. Había tantas interpretaciones probables que no había una posible.

-Antes de Lacan, Jung ya había centrado su atención en ese texto.

Sí, había captado eso sobre Ulises. Es un texto bien interesante, pero sabe que antes de Lacan, muchas cosas interesantes fueron dichas.

-Y después también, por suerte. En su viaje a la Argentina durante julio de 2004 ha tenido participación en distintos ámbitos, uno de los más importantes es el concerniente a la I Cita de la Escuela de Psicoanálisis del Campo Lacaniano. ¿En qué consiste?

-Sí, mañana empezamos lo que llamamos la cita –en francés, la rendezvous– del foro y de la Escuela Internacional del Campo Lacaniano. Hay dos partes. En realidad, hay una parte que es un congreso epistémico teórico bajo el título Las interpretaciones del psicoanálisis, es decir, las concepciones del psicoanálisis respecto a la dirección de la cura hacia el final de análisis, especialmente. Además, tenemos un día y medio de asamblea institucional, porque en nuestro conjunto internacional de foro y de escuela hemos creado la escuela después de la internacional de los foros en diciembre.
Una nueva configuración institucional. Hemos decidido que, después de dos años, íbamos a reestudiar los dispositivos elegidos y, eventualmente, a modificarlos en función a la experiencia realizada. Así, se destina medio día para la asociación de los Foros, medio día para la asociación de Escuela, otro medio día para un voto de la Asamblea de la Internacional de los Foros y, después, un voto por correo de todos los miembros de la Escuela. También se va a desarrollar la Cita, que es abierta al público general. Uno viene, se inscribe, escucha, participa, discute si quiere.  Quisiera subrayar la importancia y lo que está en juego en este encuentro actual, puesto que es un momento, precisamente, para ajustar este dispositivo internacional del cual le decía un momento atrás, que presenta cierta dificultad y que intentamos corregir los tropiezos.

-Y avanzar.

-Y avanzar siempre.

viernes, 11 de mayo de 2012

"La dificultad de vivir" Entrevista publicada por la revista Panorama (Roma) en su número del 21 de diciembre de 1974


Panorama entrevistó a Lacan para hablar del psicoanálisis, de sus métodos, técnica y doctrina.

Panorama: Prof. Lacan,  se escucha hablar más y más a menudo de la crisis del psicoanálisis: se dice que Sigmund Freud está  superado, la sociedad moderna ha descubierto que su doctrina no alcanza a comprender al hombre ni a interpretar a fondo  su relación con el ambiente, con el mundo... 
Lacan: Son historias. En primer lugar: la crisis, no existe. No está, el psicoanálisis, al contrario,  no ha alcanzado  del todo sus límites. Hay aún muchas cosas para descubrir tanto en la práctica como en la doctrina.  En el psicoanálisis  no hay solución inmediata, sino solamente la larga  y  paciente investigación acerca de los porqués. En segundo lugar: Freud. ¿Cómo se lo puede  juzgar como superado si no lo hemos  comprendido enteramente? Lo que sabemos es  que ha dado a conocer cosas totalmente novedosas que no se habían imaginado antes de él, problemas... del inconsciente hasta la importancia  de la sexualidad, del acceso a lo simbólico al sujetamiento a las leyes del lenguaje. Su doctrina ha puesto a la verdad en cuestión, un asunto que concierne a cada uno personalmente. Nada que ver con una crisis. Repito: estamos lejos de los objetivos de Freud. Es porque  su nombre ha servido para cubrir muchas cosas que  ha habido desviaciones, los epígonos no han seguido siempre fielmente el modelo, eso ha creado la confusión.  Después de su muerte en 1939, algunos de sus alumnos pretendieron hacer el psicoanálisis de otra manera, reduciendo su enseñanza a algunas  pequeñas fórmulas banales: la técnica como rito, la práctica reducida al tratamiento del comportamiento y, como objetivo, la readaptación del individuo a su entorno social. Es decir, la negación de Freud, un psicoanálisis acomodaticio, de salón.  Él mismo lo había previsto. Decía que hay tres posiciones imposibles de sostener, tres  tareas imposibles: gobernar, educar y psicoanalizar. Hoy día  poco importa quien  tiene las responsabilidades de gobernar y todo el mundo se pretende educador.  En cuanto a los  psicoanalistas,  ¡ay!, por desgracia prosperan como los magos y los curanderos. Proponer ayudar a las personas significa el éxito asegurado y la clientela detrás de la puerta. El psicoanálisis es otra cosa.
Panorama: ¿Qué exactamente? 
Lacan: Lo defino como un síntoma, revelador del malestar de la civilización en la cual vivimos.  No es ciertamente una filosofía, yo aborrezco la filosofía, hace ya tiempo que ella  no dice  nada interesante.  No es tampoco una fe y tampoco  me va  llamarla ciencia. Digamos que es una práctica que se ocupa de  aquello que no anda, terriblemente difícil ya que  pretende introducir en la vida cotidiana al imposible y al imaginario. Hasta ahora, ha obtenido ciertos resultados, pero no dispone aún de reglas y  se presta a toda suerte de equívocos.  No hay que olvidar que se trata de algo totalmente nuevo, tanto sea  en relación a la medicina, o a la psicología o a las ciencias afines. Es asimismo muy joven. Freud murió apenas hace 35 años. Su primer  libro, “La interpretación de los sueños” fue publicado en 1900 y con muy poco éxito. Creo que  fueron vendidos unos 300 ejemplares en aquellos años. Tenía pocos alumnos que  pasaban por locos y ellos mismos  no estaban de acuerdo acerca de la manera de poner en práctica  y de interpretar aquello que habían adquirido. 
Panorama: ¿Qué es lo que no anda en el hombre hoy en día? 
Lacan: Hay una gran fatiga de vivir como resultado de la carrera  hacia el progreso. Se espera del psicoanálisis que descubra hasta dónde se puede llegar arrastrando esa fatiga, ese malestar de la vida.  
Panorama: ¿Qué es lo que empuja a la gente a analizarse? 
Lacan: El miedo. Cuando al hombre le llegan las cosas, incluso las cosas que ha querido, que no comprende, tiene miedo. Sufre de no comprender y poco a poco entra en un estado de pánico. Es la neurosis. En la neurosis histérica el cuerpo deviene enfermo del miedo de estar enfermo sin estarlo realmente. En la neurosis obsesiva el miedo pone cosas bizarras en la cabeza... pensamientos que  no se pueden controlar, fobias en las cuales formas y objetos  adquieren significaciones diversas y espantosas.
Panorama: ¿Por ejemplo? 
Lacan: El neurótico llega a sentirse empujado por una necesidad espantosa de  tener  que verificar docenas de veces  si la canilla  está cerrada de verdad o si tal cosa está  bien en su lugar, sabiendo con certeza que la canilla  está como debe estar y que la cosa está en su lugar. No hay pastilla que cure eso. Tú debes  descubrir por qué  eso te llega y saber  lo que eso significa. 
Panorama: ¿Y el tratamiento?
Lacan: El neurótico es  un enfermo que se trata con la palabra, sobre todo con la suya. Debe hablar, contar, explicar él mismo. Freud lo define así: “asunción de la parte del sujeto de su propia historia, en la medida en que ella está constituida por la palabra dirigida a otro”. El psicoanalista no tiene más remedio que ser  el rey de la palabra. Freud explicaba que el inconsciente no es tanto profundo  sino más bien que es inaccesible a la profundización  consciente. Y decía también que en ese inconsciente “ello  habla”: un sujeto en el sujeto trascendiendo al sujeto. La palabra es la gran fuerza del psicoanálisis. 
Panorama: ¿Palabra de quien? ¿Del enfermo o del analista?
Lacan: En el psicoanálisis, los términos “enfermo, médico, medicina” no son exactos, no son utilizados. Incluso las fórmulas pasivas  que son utilizadas habitualmente no son justas.  Se dice “hacerse psicoanalizar”. Es falso. Aquel que hace el trabajo en análisis es aquel que habla, el sujeto analizante mismo si él lo hace según el modelo sugerido  por el analista que le indica cómo proceder y lo ayuda con sus intervenciones. Las interpretaciones  que les son proporcionadas parecen dar sentido en un primer abordaje a aquello que el analizante dice. En realidad la interpretación es más sutil, tiende a borrar el sentido de las cosas  por las cuales el sujeto sufre. El objetivo es el de mostrarle a través de su propio relato que su síntoma, digamos la enfermedad, no está en relación con nada, que  está desanudada de todo sentido. Incluso, si en apariencia es real, él no existe. Las vías por las cuales esta acción de la palabra  procede pide mucha práctica y una paciencia infinita. La paciencia y la ponderación son los instrumentos del psicoanálisis. La técnica consiste en saber  ponderar la ayuda que se le da al analizante;  es por esto que el psicoanálisis es difícil. 
Panorama: Cuando se habla de Jacques Lacan, se asocia inevitablemente ese nombre a una fórmula: “el retorno a Freud”. ¿Qué significa eso?
Lacan: Exactamente eso que es dicho. El psicoanálisis es Freud.  Si se quiere hacer psicoanálisis, hay que referirse a Freud, en sus términos, en sus definiciones, leídas e interpretadas en su sentido literal. He fundado en París una escuela freudiana justamente  para eso. Hace  20 años o más que vengo explicando mi punto de vista: el retorno a Freud simplemente significa  despejar el campo de las desviaciones y de los equívocos, de las fenomenología existenciales por ejemplo tanto como del formulismo institucional de las sociedades analíticas, retomando la lectura de su enseñanza según los principios definidos y catalogados en su trabajo. Releer Freud quiere decir solamente releer Freud. Aquel que  no hace esto en psicoanálisis, utiliza formas abusivas.
Panorama: Pero Freud es difícil. Y Lacan, dicen, lo torna incomprensible. Se le reprocha a Lacan  hablar y sobre todo escribir de tal manera que solamente aquellos iniciados pueden esperar comprender.
Lacan: Lo sé, tengo la reputación de ser un oscuro que esconde su pensamiento en  nubes de humo. Yo me pregunto el porqué. A propósito del análisis, respeto conjuntamente con Freud que  sea “el juego intersubjetivo a través del cual la verdad entre en el real”. ¿No está claro? Pero el psicoanálisis no es una cosa simple.  Mis libros tienen reputación de incomprensibles. ¿Pero por quién? No los he escrito para todos, para que sean comprendidos por todos. Al contrario, no me he preocupado ni  un instante de complacer a algunos lectores. Tengo cosas para decir y las digo.  Me es suficiente tener un público que lee, y si no comprende, paciencia.  En cuanto al número de lectores, tengo más chance que Freud. Mis libros son  muy leídos; estoy asombrado por eso.  Estoy convencido que  dentro de 10 años  como máximo, quien me lea  me encontrará transparente como una buena jarra de cerveza. Es posible que entonces se diga: ¡ese Lacan, es banal! 
Panorama: ¿Cuáles son las características del lacanismo? 
Lacan: Es un poco apresurado  decirlo ya que el lacanismo no existe aún. Se percibe apenas un olor, como un presentimiento.  Sea lo que sea, Lacan es un señor que practica  el psicoanálisis hace 40 años y que estudia desde hace más tiempo. Creo en el estructuralismo y en la ciencia del lenguaje. He escrito en uno de mis libros que “ aquello a lo cual nos devuelve el descubrimiento de Freud es a la importancia del orden en el cual hemos entrado, en el que somos, si se puede decir, nacidos  por  segunda vez, saliendo del estado llamado justamente infans, sin palabra”.  El orden simbólico sobre el cual Freud ha fundado su descubrimiento está constituido por el lenguaje, como momento  del discurso concreto universal. Es el mundo de las palabras que creó el mundo de las cosas, inicialmente confusas en el devenir  del todo. Solamente las palabras  dan un sentido cabal a la esencia de las cosas. Sin las palabras, nada existiría. ¿Cuál sería el placer sin el intermediario de la palabra?  Mi idea es que Freud al enunciar en sus primera obras (“La interpretación de los sueños”, “Mas allá del principio del placer”, “Tótem y tabú”) las leyes del inconsciente formuló, como precursor de su tiempo, las teorías con las cuales algunos años mas tarde Ferdinand de Saussure  abrió el camino de la lingüística moderna.
Panorama: ¿Y el pensamiento puro? 
Lacan:  Sometido, como todo el resto, a las leyes del lenguaje, solamente las palabras pueden introducir y darle consistencia. Sin el lenguaje, la humanidad no daría un paso hacia el frente en las investigaciones  acerca del pensamiento. Del mismo modo para el psicoanálisis. Sea cual sea la función que quisiéramos atribuirle, agente de cura, de formación o de sondeo, no hay mas que un medium del que se sirve : la palabra del paciente. Y  cada palabra pide respuesta. 
Panorama: ¿El análisis como diálogo? Hay gente que lo interpretan  sobretodo como un sucedáneo laico de la confesión... 
Lacan:  ¿Pero qué confesión? Al psicoanalista no se le confiesa nada. Se va a decirle simplemente todo lo que se  le pasa por la cabeza. Palabras precisamente. El descubrimiento del psicoanálisis, es el del hombre como animal parlante. Es asunto del analista el poner en serie las palabras que escucha y de darle  un sentido, una significación. Para realizar un buen análisis, hace falta un acuerdo, una afinidad entre el analizante y el analista. A través de las palabras de uno, el otro  busca hacerse una idea de lo que se trata y a encontrar mas allá del síntoma aparente, el difícil nudo de la verdad.  Otra función del analista es la de explicar el sentido de las palabras para hacer  comprender al paciente  acerca de lo que puede esperar del análisis. 
Panorama: Entonces es una relación de una extrema confianza.
Lacan: Sobre todo un intercambio, en el cual lo importante es que uno habla y el otro escucha. Aún en silencio. El analista no plantea preguntas y no tiene ideas. Da solamente las respuestas que hace falta dar a las preguntas que suscitan sus buenas ganas. Pero  a fin de cuentas , el analizante va siempre  a donde el analista lo lleva.
Panorama: Eso es la cura. ¿Y acerca de las posibilidades de curación? ¿Se sale de la neurosis? 
Lacan:   El psicoanálisis tiene éxito cuando  vacía el campo  tanto del síntoma como del real, y así  llega a la verdad. 
Panorama: ¿ Podría explicarme  ese concepto de una manera menos lacaniana? 
Lacan: Yo llamo síntoma  a todo aquello que viene del real. Y el real es todo aquello que no anda, que no funciona, eso que hace obstáculo a la vida del hombre y a la afirmación de su personalidad. El real vuelve siempre al mismo lugar, se lo encuentra siempre allí con las mismas manifestaciones. Los científicos disponen de una bella fórmula: que no hay nada de imposible  en el real. Hace falta ser un caradura para  hacer afirmaciones de ese género, o bien como yo lo sospecho, una ignorancia total acerca de lo que se hace y de lo que se dice.  El real  y el imposible son antitéticos;  no pueden estar juntos. El análisis empuja al sujeto hacia el imposible, le sugiere considerar el mundo  como es verdaderamente, es decir  imaginario y sin ningún sentido. Mientras que el real, como un pájaro  voraz , no  hace otra cosa que nutrirse de cosas sensatas, de acciones que tienen un sentido. Se escucha  siempre  repetir que hay que darle un sentido a esto o a aquello, a sus propios pensamientos, a sus propias aspiraciones, a los deseos, al sexo, a la vida. Pero de la vida  no sabemos nada de nada, cómo  se sofocan los científicos por explicar.  Mi miedo es que por  culpa  de ellos, el real, cosa monstruosa que no existe, termine tomando la delantera.  La ciencia está en tren de  sustituir  a la religión, con otro tanto de despotismo, de oscuridad y de oscurantismo. Hay un dios átomo, un dios espacio, etc. Si la ciencia o la religión lo logran, el psicoanálisis está acabado.
Panorama:¿Qué relación guardan entre sí hoy día la ciencia y el psicoanálisis? 
Lacan: Para mí la única ciencia verdadera, seria para seguir es la ciencia ficción. La otra, aquella que es oficial, que tiene sus  altares  en los laboratorios, avanza  a tientas y a locas y comienza  a tener  miedo de su sombra.  Pareciera que a los científicos también les llegó el momento de angustia. En sus laboratorios asépticos revestidos de sus  guardapolvos  almidonados, esos viejos niños que juegan con  cosas desconocidas, manipulando aparatos siempre más complicados e inventando fórmulas siempre  más oscuras, comienzan a preguntarse qué es lo que  podrá sobrevenir mañana y  qué terminarán aportando sus investigaciones siempre novedosas.  En fin, digo. ¿Y si es demasiado tarde? Se llamen biólogos, físicos, químicos, para mí están locos.  Solamente por el momento, mientras están en vías de destruir el universo, les  viene al espíritu preguntarse si por azar eso que hacen no sería peligroso.  ¿Y si todo saltara? ¿ Y si las bacterias tan amorosamente elevadas en  los blancos laboratorios se trasmutasen en enemigos mortales?  ¿Y si el mundo fuera  barrido por una horda de esas bacterias  con todo lo merdoso que lo habita, comenzando por los científicos de los laboratorios? Hay tres  posiciones imposibles  dichas por Freud: gobernar, educar y psicoanalizar. Agregaría una cuarta: la ciencia. Tan cerca como las demás,   los científicos  no saben que están en  una posición insostenible.
Panorama: Es una definición bastante pesimista de aquello que comúnmente se llama progreso. 
Lacan:  Para nada, no soy para nada pesimista. No llegará a nada, por la simple razón de que el hombre es un bueno para nada, incapaz de destruirse a sí mismo.  Una calamidad total promovida por el hombre, eso lo encontraría personalmente maravilloso. Sería la prueba de que finalmente ha logrado fabricar alguna cosa con sus manos, con su cabeza, sin intervención divina , natural o de otra especie. Todas  esas bellas bacterias bien nutridas que se pasean por el mundo, como  las langostas bíblicas, significarían  el triunfo del hombre. Pero eso no llegará jamás. La ciencia tiene  su buena  crisis de responsabilidad. Todo reentrará  en el orden de las cosas, como se dice.  Lo he dicho, el real  tendrá  la superioridad como siempre y nosotros estaremos jodidos como siempre.
Panorama: Otra de las paradojas de Jacques Lacan. Nos lanza no solamente  la dificultad del lenguaje y la obscuridad de los conceptos, los juegos de palabras, los divertimentos lingüísticos, los acertijos a la francesa y precisamente las paradojas. Aquel que lo escucha o lo lee debe de sentirse desorientado. 
Lacan: No agrado del todo, digo las cosas  muy seriamente.  Salvo que utilice las palabras como lo los científicos, de los que hablamos antes, utilizan sus alambiques y sus gadgets electrónicos. Busco siempre  referirme a  la experiencia del psicoanálisis.  
Panorama: Usted dijo: el real  no existe. Pero el hombre medio sabe que el real es el mundo, todo aquello que lo rodea,  lo que se ve ante el ojo desnudo, se toca, es ... 
Lacan: De entrada rechacemos a este  hombre medio que , él,  para comenzar no existe, es solamente una ficción estadística, existen los individuos y eso es todo. Cuando escucho hablar del hombre de la calle, de los sondeos, de los fenómenos de masa o de cosas parecidas, pienso en todos los pacientes que he visto pasar sobre el diván de mi consultorio en cuarenta años de escucha. No hay uno solo que sea parecido a otro, ninguno con la misma fobia, la misma angustia, la misma manera de relatar, el mismo miedo de no entender. El hombre medio, ¿quien es ? ¿Yo, usted, nosotros, mi conserje, el presidente de la república ? 
Panorama: Hablamos del real, del mundo que todos vemos ... 
Lacan:  Precisamente. La diferencia entre el real, a saber, eso que no va y el simbólico y el imaginario, a saber, la verdad, es que el real es el mundo. Para constatar que el mundo no existe, que no es, hace falta pensar en todas las cosas banales que  una infinidad de gente estúpida creen que es el mundo. E invito a los amigos de Panorama, antes de acusarme de paradoja,  a reflexionar acerca de lo que acaban de leer.
Panorama: Siempre  más pesimista se diría... 
Lacan:  No es cierto.  No me coloco entre los alarmistas ni entre los angustiados. Estupendo si un  psicoanalista no ha dejado atrás su estado de la angustia.  Es cierto, hay alrededor de nosotros  cosas horripilantes y devorantes, como  es la televisión,  por la cual la mayoría de  nosotros se encuentra regularmente fagocitado.  Pero es únicamente porque las personas se dejan fagocitar  que llega a inventarse un interés  para  aquellos  que los ven.  Luego hay otros gadgets monstruosos tan devorantes, los cohetes en la luna, las investigaciones  en el fondo del mar, etc, cosas que devoran, pero  no hay de qué hacer  un drama. Estoy seguro que cuando hayamos tenido los cohetes, la televisión y todas las otras malditas  investigaciones para la vida,  encontraremos  otras cosas para ocuparnos. Hay una reviviscencia de la religión ¿no?  ¿Y que mejor monstruo devorante que la religión, una feria continua con  la cual entretenerse durante siglos como ya ha sido demostrado? Mi respuesta a todo ello es que el hombre siempre supo adaptarse al mal. El solo real concebible al que tenemos acceso es precisamente este y  hay que  darse una razón. Dar un sentido a las cosas como se dice. De otro modo el hombre no tendría angustia. Freud no habría devenido célebre y yo  no sería profesor del colegio.  
Panorama: Las angustias , ¿son todas ellas  siempre de ese tipo o bien  hay angustias ligadas a ciertas condiciones sociales, a ciertas etapas históricas, a ciertas latitudes?
Lacan: La angustia del científico que tiene miedo  de sus propios descubrimientos puede parecer reciente, pero ¿qué sabemos  nosotros  de aquello que  les llegó en otras épocas,  de los dramas de otros investigadores? La angustia del  obrero  remachado a la cadena de montaje como  al remo de una galera, esa es la angustia de hoy día. ¿ O  mas simplemente  está ligada a las definiciones y a las palabras de hoy?  
Panorama: Pero ¿qué es la angustia para el psicoanálisis?
Lacan: Algo que se sitúa en el exterior de nuestro cuerpo, un miedo, un miedo de nada mas que del cuerpo - comprometido el espíritu -pueda motivar. En suma, el miedo del miedo. Mucho de esos miedos, mucha de esas angustias, al nivel donde lo percibimos,  tienen alguna cosa que ver con el sexo.  Freud decía que la sexualidad para el animal parlante que se llama el hombre,  no tiene ni remedio ni esperanza. Uno de los deberes del analista es el de  encontrar en las palabras del paciente el nudo entre la angustia y el sexo, ese gran desconocido. 
Panorama: Ahora que  se coloca al sexo en todas las salsas, sexo en el cine, en el teatro, en la televisión, en los diarios, en las canciones, en la playa, se  oye decir que la gente está menos angustiada concerniente  a los problemas ligados a la esfera sexual.  Los tabúes han caído, se dice, el sexo ya no da miedo ... 
Lacan:  La sexomanía galopante es solamente un fenómeno publicitario. El psicoanálisis es una cosa  seria que comporta , y lo repito, una relación estrictamente personal entre dos individuos: el sujeto y el analista. No existe psicoanálisis colectivo, como no existe angustias o neurosis de masas. Que el sexo sea puesto a la orden del día y expuesto  en todos los rincones de las calles, tratado de la misma manera que no importa cual detergente en los carruseles  televisivos, no constituye absolutamente promesa alguna de beneficio. No digo que esté mal. Ciertamente, eso  no sirve para asistir a las angustias y a los problemas singulares.  Eso forma parte del mundo, de esa falsa liberación que  nos es proporcionada como un bien acordado desde lo alto por la  susodicha sociedad permisiva.  Pero eso  no sirve al nivel del psicoanálisis.


Descripción: http://photos-h.ak.fbcdn.net/hphotos-ak-ash4/485890_390998514271697_100000846542497_1052419_35288925_a.jpg