PSICOANÁLISIS
La familia contemporánea, los niños: vivencias, experiencias y demás, desde el Psicoanálisis
viernes, 8 de mayo de 2015
LA INTERPRETACIÓN DE LOS SUEÑOS, MEDIANTE UN CASO.
domingo, 26 de abril de 2015
LA RESPONSABILIDAD EN EL NIÑO Y EN EL ADOLESCENTE
viernes, 15 de junio de 2012
Carta de Einstein
Estimado profesor Freud:
La propuesta de la Liga de las Naciones y de su
Instituto Internacional de Cooperación Intelectual en París para que invite a
alguien, elegido por mí mismo, a un franco intercambio de ideas sobre cualquier
problema que yo desee escoger me brinda una muy grata oportunidad de debatir
con usted una cuestión que, tal como están ahora las cosas, parece el más
imperioso de todos los problemas que la civilización debe enfrentar. El
problema es este: ¿Hay algún camino para evitar a la humanidad los estragos de
la guerra? Es bien sabido que, con el avance de la ciencia moderna, este ha
pasado a ser un asunto de vida o muerte para la civilización tal cual la
conocemos; sin embargo, pese al empeño que se ha puesto, todo intento de darle
solución ha terminado en un lamentable fracaso.
Creo, además, que aquellos que
tienen por deber abordar profesional y prácticamente el problema no hacen sino
percatarse cada vez más de su impotencia para ello, y albergan ahora un intenso
anhelo de conocer las opiniones de quienes, absorbidos en el quehacer
científico, pueden ver los problemas del mundo con la perspectiva que la
distancia ofrece. En lo que a mí atañe, el objetivo normal de mi pensamiento no
me hace penetrar las oscuridades de la voluntad y el sentimiento humanos. Así
pues, en la indagación que ahora se nos ha propuesto, poco puedo hacer más allá
de tratar de aclarar la cuestión y, despejando las soluciones más obvias,
permitir que usted ilumine el problema con la luz de su vasto saber acerca de
la vida pulsional del hombre. Hay ciertos obstáculos psicológicos cuya
presencia puede borrosamente vislumbrar un lego en las ciencias del alma, pero
cuyas interrelaciones y vicisitudes es incapaz de imaginar; estoy seguro de que
usted podrá sugerir métodos educativos, más o menos ajenos al ámbito de la
política, para eliminar esos obstáculos.
Siendo inmune a las inclinaciones
nacionalistas, veo personalmente una manera simple de tratar el aspecto
superficial (o sea, administrativo) del problema: la creación, con el consenso
internacional, de un cuerpo legislativo y judicial para dirimir cualquier
conflicto que surgiere entre las naciones. Cada nación debería avenirse a
respetar las órdenes emanadas de este cuerpo legislativo, someter toda disputa
a su decisión, aceptar sin reserva sus dictámenes y llevar a cabo cualquier
medida que el tribunal estimare necesaria para la ejecución de sus decretos.
Pero aquí, de entrada, me enfrento con una dificultad; un tribunal es una
institución humana que, en la medida en que el poder que posee resulta
insuficiente para hacer cumplir sus veredictos, es tanto más propenso a que
estos últimos sean desvirtuados por presión extrajudicial. Este es un hecho que
debemos tener en cuenta; el derecho y el poder van inevitablemente de la mano,
y las decisiones jurídicas se aproximan más a la justicia ideal que demanda la
comunidad (en cuyo nombre e interés se pronuncian dichos veredictos) en tanto y
en cuanto esta tenga un poder efectivo para exigir respeto a su ideal jurídico.
Pero en la actualidad estamos lejos de poseer una organización supranacional
competente para emitir veredictos de autoridad incontestable e imponer el
acatamiento absoluto a la ejecución de estos. Me veo llevado, de tal modo, a mi
primer axioma: el logro de seguridad internacional implica la renuncia
incondicional, en una cierta medida, de todas las naciones a su libertad de
acción, vale decir, a su soberanía, y está claro fuera de toda duda que ningún
otro camino puede conducir a esa seguridad.
El escaso éxito que tuvieron,
pese a su evidente honestidad, todos los esfuerzos realizados en la última
década para alcanzar esta meta no deja lugar a dudas de que hay en juego
fuertes factores psicológicos, que paralizan tales esfuerzos. No hay que andar
mucho para descubrir algunos de esos factores. El afán de poder que caracteriza
a la clase gobernante de todas las naciones es hostil a cualquier limitación de
la soberanía nacional. Este hambre de poder político suele medrar gracias a las
actividades de otro grupo guiado por aspiraciones puramente mercenarias,
económicas. Pienso especialmente en ese pequeño pero resuelto grupo, activo en
toda nación, compuesto de individuos que, indiferentes a las consideraciones y
moderaciones sociales, ven en la guerra, en la fabricación y venta de
armamentos, nada más que una ocasión para favorecer sus intereses particulares
y extender su autoridad personal.
Ahora bien, reconocer este hecho
obvio no es sino el primer paso hacia una apreciación del actual estado de
cosas. Otra cuestión se impone de inmediato: ¿Cómo es posible que esta pequeña
camarilla someta al servicio de sus ambiciones la voluntad de la mayoría, para
la cual el estado de guerra representa pérdidas y sufrimientos? (Al referirme a
la mayoría, no excluyo a los soldados de todo rango que han elegido la guerra
como profesión en la creencia de que con su servicio defienden los más altos
intereses de la raza, y de que el ataque es a menudo el mejor método de
defensa.) Una respuesta evidente a esta pregunta parecería ser que la minoría,
la clase dominante hoy, tiene bajo su influencia las escuelas y la prensa, y
por lo general también la
Iglesia. Esto les permite organizar y gobernar las emociones
de las masas, y convertirlas en su instrumento.
Sin embargo, ni aun esta
respuesta proporciona una solución completa. De ella surge esta otra pregunta:
¿Cómo es que estos procedimientos logran despertar en los hombres tan salvaje
entusiasmo, hasta llevarlos a sacrificar su vida? Sólo hay una contestación posible:
porque el hombre tiene dentro de sí un apetito de odio y destrucción. En épocas
normales esta pasión existe en estado latente, y únicamente emerge en
circunstancias inusuales; pero es relativamente sencillo ponerla en juego y
exaltarla hasta el poder de una psicosis colectiva. Aquí radica, tal vez, el
quid de todo el complejo de factores que estamos considerando, un enigma que el
experto en el conocimiento de las pulsiones humanas puede resolver.
Y así llegamos a nuestro último
interrogante: ¿Es posible controlar la evolución mental del hombre como para
ponerlo a salvo de las psicosis del odio y la destructividad? En modo alguno
pienso aquí solamente en las llamadas «masas ¡letradas». La experiencia prueba
que es más bien la llamada «intelectualidad» la más proclive a estas
desastrosas sugestiones colectivas, ya que el intelectual no tiene contacto
directo con la vida al desnudo ' sino que se topa con esta en su forma
sintética más sencilla: sobre la página impresa.
Para terminar: hasta ahora sólo
me he referido a las guerras entre naciones, a lo que se conoce como conflictos
internacionales. Pero sé muy bien que la pulsión agresiva opera bajo otras
formas y en otras circunstancias. (Pienso en las guerras civiles, por ejemplo,
que antaño se debían al fervor religioso, pero en nuestros días a factores
sociales; o, también, en la persecución de las minorías raciales.) No obstante,
mi insistencia en la forma más típica, cruel y extravagante de conflicto entre
los hombres ha sido deliberada, pues en este caso tenemos la mejor oportunidad
de descubrir la manera y los medios de tornar imposibles todos los conflictos
armados.
Sé que en sus escritos podemos
hallar respuestas, explícitas o tácitas, a todos los aspectos de este urgente y
absorbente problema. Pero sería para todos nosotros un gran servicio que usted
expusiese el problema de la paz mundial a la luz de sus descubrimientos más
recientes, porque esa exposición podría muy bien marcar el camino para nuevos y
fructíferos modos de acción.
Muy atentamente,
Albert Einstein
lunes, 21 de mayo de 2012
Entrevista a Colette Soler - Por Emilia Cueto (ElSigma e Imago-Agenda)
-Usted se formó con Jacques
Lacan. A más de dos décadas de su muerte, ¿qué permanece vivo del
maestro?
-Para mí, Lacan vivo es su
texto. Por supuesto tengo recuerdos de su persona, de mi análisis con él, de mi
encuentro y de Lacan en sus seminarios. Tengo recuerdos, pero para mí lo
importante es la orientación que surgió de su obra. Y es verdad que casi desde
su muerte –se van a cumplir veinticinco años–, trabajo estos textos y verifico
cada vez más que, incluso cuando un texto parece difícil de entender,
finalmente si se explica bien, si se trabaja bien, arroja una luz que sirve en
la práctica analítica. Entonces, no pienso de ninguna manera que, a pesar de lo
que algunos dicen, el texto sea el texto muerto y necesite al autor vivo.
Precisamente, un gran texto vive y hay algunos vivientes que no lo hacen.
-Lacan ha diferenciado a
sus alumnos de sus lectores.
-Hizo eso en una coyuntura
muy precisa, única, cuando él viajó por primera vez a América del Sur. Fue en
el viaje a Caracas, en el que se encontraba con gente de Sudamérica que no
conocía, y tenía la costumbre, de hablar por los analistas, por sus
analizantes, por la gente, también, en su seminario un público más o menos
estable, que conocía. Entonces, al llegar a América del Sur diferenció alumnos
y lectores. Es verdad que era una manera de establecer una distancia y
reafirmar, implícitamente creo, que él consideraba que los alumnos eran los que
se habían formado con él, analíticamente hablando.
-¿Usted cómo piensa eso?
Porque también, tiene sus alumnos y sus lectores.
-Curioso, nunca lo pensé
así. Personalmente, no me surge hablar de mis alumnos y sin duda, es porque no
me considero como un amo. Un amo como Lacan, o como Freud se podría decir. El
amo en la medida en que los dos –Freud primero, más que Lacan, porque inventó
el dispositivo completo, pero Lacan, también– son inventores de un nuevo
discurso. Por eso, los podemos llamar amos a pesar de que, quizás, se introduce
una confusión con el amo político, que no es la misma cosa, pero amos de orientación
teórica y práctica en el campo del análisis. Yo no me considero de ninguna
manera inventora de un nuevo discurso, me ubico en la opción de Lacan y creo
que contribuyo a desarrollarla, a hacerla existir todavía, a ampliarla y
difundirla, pero no es la misma cosa. Por eso, sin duda, nunca he pensado en
personas a quienes enseño como mis alumnos.
-Su relación con
Jacques-Alain Miller data de muchos años. Compartieron diversos espacios que
implicaron un arduo trabajo en pos del desarrollo del psicoanálisis, pero
también, y en base a los testimonios que aparecen en el libro El
Psicoanálisis frente al pensamiento único, atravesaron muchos años de
contienda y desacuerdo a pesar de lo cual usted permanecía en la A.M.P. ¿Por
qué decidió quedarse?
-Voy a precisar lo que
introduce la pregunta acerca de la antigüedad del vínculo. Yo llegué a la
Escuela Freudiana de París, la escuela de Lacan y seguí los seminarios, pero
entré como miembro de la escuela en 1976. En ese momento no conocía a Miller.
Sabía que había hecho el índex de los escritos, que era miembro de la escuela,
pero en verdad puedo decir que cuando llegué, para mí, Miller no existía.
Incluso no asistí, en el comienzo, a la sección clínica en París a la cual él
se dedicaba. Entonces, conocí a Miller al final de la Escuela Freudiana, no
puedo precisar si en 1977, o en 1978. Bien, después, efectivamente trabajé, al
momento de la disolución, en la creación de la Escuela de la Causa Freudiana.
Trabajé mucho tiempo en este conjunto y en el Campo Freudiano, también, que
desarrolló todos los seminarios fuera de Francia. Eso para ubicar el principio
de la historia. ¿Y por qué no me marché enseguida cuando vi que algo no
funcionaba? Por una razón que para mí es absolutamente esencial: el problema
era una dificultad del conjunto, y no de carácter individual. Había un problema
individual con las acusaciones de Miller, pero de todos modos, era una
contrariedad de toda la comunidad, entonces, no se me ocurrió salir sola. Y me
quedé hasta que pude comprobar que había un montón de psicoanalistas que tenían
la misma idea. Veía que pensaban, empezaban a concluir que no era posible
continuar así. Entonces, en ese momento sí pude tomar la decisión de marcharme,
pero no sola; con la idea de crear otra comunidad con gente que conocía,
formada, seria, y que no tenía la intención de montar problemas y de hacer lo
mismo que antes.
-Esto dio origen a los
Foros del Campo Lacaniano.
-Sí, exactamente. Es así
que, finalmente, paso a paso, la crisis se desarrolló y que hemos decidido
crear los foros en 1998. Por eso me quedé.
-¿Cómo desarrolló la idea
del “pensamiento único”?
-Esa idea se imponía. Se
imponía cada día. Sobre todos los temas ya sabíamos lo que se debía decir. Que,
quizás, podía ser interesante, además, no es el problema. Sobre todos los temas
sean teóricos, políticos se sabía lo que se debía decir. Si había una jornada
sobre la interpretación, por ejemplo, puesto que hubo una antes del primer paso
de la crisis, había una tesis impuesta, –no impuesta policialmente por
supuesto–, pero impuesta con los medios del discurso. Llegar a la idea del
pensamiento único no requirió un gran esfuerzo intelectual de mi parte, porque
realmente era de la experiencia cotidiana. Además continúa.
-En relación con la
temática del pase, usted promueve una única instancia del pase y de la garantía
funcionando a nivel internacional, y propone la creación de un colegio. ¿Cuál
es la razón de su insistencia en lo internacional?
-En primer lugar le voy a
decir que no fui sola a elaborar la garantía internacional, porque fue el
resultado de una discusión con mucha gente, puesto que quienes salieron de la
AMP para crear los Foros, se encontraban no sólo en Francia sino también en
España, Italia, Australia, Argentina, Colombia, Brasil. Teníamos un lazo con
todos estos foros. Desde años, además. Muchos de ellos eran amigos, colegas de
trabajo. Pensábamos crear una comunidad y hemos creado primero en noviembre de
1999, la Internacional de los Foros del Campo Lacaniano. Es decir, una
federación de estos foros para mantener un lazo que no fuera un lazo desde la
dirección internacional –porque no hay dirección internacional– sino una
cohesión internacional entre los foros. Cuando empezamos a hablar de la
escuela, el debate se extendió durante dos años para saber qué tipo de escuela
queríamos hacer. Puedo decir que en favor de la garantía internacional, se
encontraba el hecho de que la comunidad ya era internacional. No es que hemos
decidido internacionalizar desde un lugar, ya éramos un conjunto internacional.
Sí, habíamos decidido que se podía pensar, que se podrían crear garantías
nacionales –una en Francia, una en España, una en Italia, etc. –. Es un
argumento que depende de la coyuntura después de la crisis. Pero creo que hay
otro argumento, quizás, más fundamental, más fuerte y es que una garantía tiene
más valor si se otorga no entre conocidos. Hemos comprobado las dificultades
que se presentan para hacer funcionar una garantía internacional, pero pienso
que vamos a ir paso a paso resolviéndolas. Hay dificultades puesto que es
verdad que donde se conoce el trabajo de alguien, es en su lugar, y queremos
que la garantía que se da a alguien estimado en su lugar implique también otros
lugares. Entonces, exige que la persona produzca un trabajo que se pueda
evaluar más ampliamente y no solo en el ámbito local.
-¿Cuáles son las
dificultades que se presentan?
-Una de las dificultades es
que cuando se trata de establecer una lista internacional, todos los miembros
de la comisión, por ejemplo, no conocen a todos de la lista. Entonces, se deben
informar, deben estudiar el punto y con criterios un poco objetivos, no se
trata sólo de la opinión del vecino. Pero creo que la garantía internacional es
una idea que tiene su validez. Por otra parte, hay dos títulos que garantizan
la práctica, y está también el pase. Y en el pase, dispositivo de pase también,
tenemos carteles donde hay gente de Europa y gente del otro
lado del Atlántico, es plurilingüístico.
-Usted propone que el cartel del
pase esté compuesto por colegas de dos o tres lenguas diferentes, lo cual puede
generar sus complicaciones.
-No es lo más sencillo. Lo
más sencillo es siempre trabajar en su rinconcito con los más cercanos, los
conocidos, los amigos. Si buscamos la sencillez, no la vamos a encontrar,
precisamente, en lo que estamos proponiendo.
-En el año 2000 en
referencia a la formación del analista y al lugar de la escuela proponía:
“habrá que pensar estructuras nuevas para que el ejercicio del debate con otros
se incluya en el camino de cada uno. El cartel no
basta”. Cuatro años después, ¿qué nos podría decir acerca de esas “estructuras
nuevas”?, ¿están funcionando?
-Intentamos, es bastante
sencillo. El cartel es algo realmente esencial en el
psicoanálisis. El cartel es esencial, porque es una pequeña
estructura donde uno no trabaja solo –porque uno puede delirar en su rincón,
también–. No trabaja solo, habla con otros, intercambia; así posibilita ver si
lo que dice se entiende, se transmite, y del mismo modo, recibir aportes de los
demás. Entonces, es esencial compartir, y a la vez cada uno trabaja, no es una
estructura de enseñanza en la cual uno hace un seminario y los demás escuchan.
No. Creo que realmente es una estructura que permite a cada quien, –a su
nivel–, elaborar y progresar, pero es una estructura pequeña y localizada, por
supuesto. Considero que si hacemos algo internacional, no es para poner “el
Cartel Internacional”, precisamente, sino con la intención de hacer una
comunidad de trabajo internacional, y eso es más difícil, porque están la
distancia, las lenguas. Las lenguas se resuelven, pero la distancia es algo más
complejo. Las estructuras que intentamos desarrollar son estructuras de
intercambios epistémicos, sencillos. Vamos a desarrollar un boletín internacional
con textos que provienen de los diversos lugares. Ahora, hemos organizado, por
ejemplo, un debate para preparar las asambleas. Lo hemos hecho vía mail, lo que
es siempre un poco difícil, pero se puede. Los nuevos dispositivos son los que
permiten intercambiar más allá de lo local. Y todo lo que encontremos para
facilitar eso es bueno.
-Usted le ha dado en
distintos momentos relevante importancia a la diferencia de los sexos en lo
referente a un análisis tanto en la entrada, en el recorrido como hacia el
final. ¿Cuáles son sus formulaciones actuales al respecto?
-Actualmente, no acentuaría
la diferencia en la entrada. La actitud a entrar en la transferencia
finalmente, no me parece diferenciada según hombre o mujer. Sí me parece que,
quizás, existe una diferencia respecto al final del análisis. Voy a explayarme
poco sobre este punto, porque es un punto bastante comentado –no por la
divulgación–, pero creo que lo he dicho, además, un poco al final de mi libro
cuando hablo de lo que Lacan decía de las mujeres, respecto a que las mujeres y
los hombres no tienen la misma ubicación en relación al síntoma. Y se percibe
muy bien, además, en las fórmulas. Cuando se dice: Un hombre tiene un síntoma
fundamental, más allá de los síntomas múltiples, una mujer es un síntoma de un
hombre. Ahí las fórmulas ya marcan una diferencia. Creo que esta diferencia
repercute al nivel del final. Nada más.
-Nos manda a leer el libro.
-Sí.
-En La maldición
sobre el sexo, toma la expresión de Lacan “el escándalo del discurso
analítico”. ¿Le parece que Lacan ha podido superar, a través de las fórmulas de
la sexuación, las dificultades que se presentan en Freud al momento de pensar,
desde la estructura, la diferencia hombre-mujer?
-Sí. Quizás, no sé si lo
pensaba en el momento en el cual hice el curso sobre La maldición sobre
el sexo, pero en mi último libro, con los años transcurridos entre los dos
textos, pienso que efectivamente, Lacan ha logrado superar este escándalo. El
escándalo –que Lacan atribuye a la Asociación Freudiana, IPA, pero que viene de
Freud– consistía en el hecho de que el propio Freud ha pensado a las mujeres
sobre el modelo que había construido respecto al hombre. Lacan dice que utiliza
la misma vara, medida, para las mujeres y que este escándalo se encuentra
disimulado desde Freud. Hubo un momento en los años ’30 donde se desarrolló un
debate sobre el tema, y después, nada más. Para simplificar, Lacan relanzó el
tema, hay que decirlo. Lo relanzó y seguro que con las fórmulas de la sexuación
y especialmente lo que sigue al seminario Encore, no comparte de
ninguna manera la posición freudiana. Pero lo que descubrí desde el seminario
sobre La maldición sobre el sexo es que si se lee bien, Lacan
ya había contestado la pregunta “¿qué quiere la mujer?”, pregunta del Freud del
último período, con la cual confesaba no haber resuelto el problema. Freud es
siempre más sutil de lo que uno piensa.
Entonces, Lacan contesta a
la pregunta ¿qué quiere una mujer? desde 1958 en los textos sobre,
precisamente, la sexualidad femenina, los textos que se encuentran en los
escritos. Produce una respuesta sobre este punto. Después, la desarrolla de
otra manera y amplia en El atolondradicho.
-Ya estaba en ciernes ahí
su idea. ¿Y la respuesta cuál es?, ¿Nos puede contar?
-Hay que leerlo.
-En las últimas décadas, se
han producido cambios importantes en el terreno sexual. Hay una apertura a
aceptar prácticas que antes eran socialmente rechazadas. ¿El discurso
psicoanalítico ha tenido alguna incidencia en ello?
-Sí, pienso que sí; creo
que un siglo de psicoanálisis no fue sin efecto a este nivel. Quizás no sólo se
trata de la incidencia del psicoanálisis, existe la incidencia del capitalismo,
hay la incidencia de lo que formulamos, cuando decimos con la expresión de
Lacan, el Otro no existe. Pero creo que el mensaje freudiano sobre lo que él
mismo ha llamado la perversión polimorfa, es decir, las fragmentaciones de las
zonas erógenas, de las pulsiones, todo eso que Freud descubrió en 1905, los
ensayos sobre la sexualidad, fue un escándalo, pero ahora es una banalidad.
Todos saben eso, y lo que Freud sacó de la represión con tanto esfuerzo, ahora,
se encuentra exhibido en la superficie del discurso sobre las pantallas de la
televisión y es como si el mensaje freudiano hubiera pasado.
-¿Es el mensaje freudiano
el que caló de alguna manera en la cultura? ¿O es que Freud se anticipó a lo
que iba a venir?
-No creo que Freud se haya
anticipado. Nada indica que se anticipó, porque Freud nos habla de las
pulsiones reprimidas, refoulées; en castellano, hay una sola
palabra para dos. Las pulsiones reprimidas que él descubre vía el
desciframiento del síntoma, no las descubre observando a los sujetos.
Observando a los sujetos descubre en el marco de la educación de su tiempo –una
educación victoriana, bien normativa–, los ideales, las normas, las buenas
conductas y los síntomas que impedían funcionar cosas. En todo eso, no hay nada
que indique la presencia pulsional. Es descifrando los síntomas que descubre lo
que detrás del síntoma se fabrica (podemos decir, a partir de las pulsiones
reprimidas y el desplazamiento de las pulsiones reprimidas). Freud no
anticipaba de ninguna manera. El solo esperaba que, quizás, el psicoanálisis
pudiera impedir una represión demasiado feroz de las pulsiones, pero Freud
nunca anticipó el hecho que la represión de las pulsiones podría bajar al punto
que vemos ahora.
-Entonces, diríamos que el
discurso psicoanalítico ha tenido una incidencia muy importante en la civilización.
-Yo pienso, que sí, que en
el cambio del siglo, ha tenido su incidencia. Por supuesto, también están estos
otros factores que mencionaba.
-Postular el amor de
finales de siglo XX, como un amor sin modelos, ¿implica proponer nuevos modos
de intervención por parte de los psicoanalistas?
-No, no creo, los modelos,
en las épocas donde sí los había, no eran modelos individuales, eran modelos
del discurso colectivo, del discurso común. Y el analista no tiene nada que
objetar a eso, más bien podríamos pensar que no había análisis en las épocas
que evoco, entonces, no podemos decir lo que hubiera producido. Más bien el
análisis hubiera desmontado los modelos, puesto que estos son modelos ideales,
fabricación vía el lenguaje de lo que llamamos semblante, construcción de
imágenes ideales que definen la pareja. Y el análisis desde Freud tiene el
efecto de hacer aparecer el hecho de que los ideales vienen del Otro, del
lenguaje. Ahora, efectivamente, los analizantes –como dicen– intentan construir
una pareja. Vale decir, inventar cada uno una manera de vivir con el otro en el
tiempo, no solo un pequeño par de años, pero algo que se sueña de eso, de algo
que atraviesa la vida. Y eso, se formula así, porque no hay más tipo ideal, y
cada uno se arregla con su cada uno o su cada una.
-En referencia a la
dimensión terapéutica del psicoanálisis respecto a síntomas, tales como fobias
u obsesiones, uno de sus planteos es que la pareja sexual es siempre
sintomática. ¿Esto es algo inherente a la pareja sexual o, se relaciona con que
ya no hay modelos?
-Es más fundamental.
Podríamos decir que los modelos mismos eran sintomáticos. Podríamos decir eso
–se necesitaría, quizás, desarrollar un poco–, pero cuando digo que la pareja
es sintomática me refiero a la idea que Lacan ha formulado de diversas maneras,
pero finalmente, con la expresión “No hay proporción sexual”, lo que quiere
decir sencillamente que en el Otro, el Otro del discurso, el Otro del lenguaje,
no hay inscripción de una pareja de goce, hay ideales, mujeres ideales, hombres
ideales. Son significantes finalmente. En el Otro, hay los significantes de la
mujer, los significantes del hombre, de los niños, también, pero eso no dice
nada del aspecto viviente del goce corporal, y especialmente, en la pareja. La
elección del partenaire se encuentra determinada vía el
inconsciente. Es lo que significa decir: es sintomática. Y no puede ser otra
cosa que sintomática, precisamente, porque no hay una inscripción universal y,
tampoco, un lazo natural, como se da en los mamíferos superiores. El macho
va a la hembra. En la especie humana no es así.
-Usted lo ubica en aquel
punto donde lo terapéutico del psicoanálisis no avanza tanto, por decirlo de
algún modo. Con otro tipo de síntomas, con las obsesiones, con las fobias, el
psicoanálisis es más terapéutico.
-Oh, no.
No he dicho eso.
- Entonces no he
comprendido bien su planteo.
-No, no. Seguro, el
psicoanálisis puede curar los síntomas clásicos, obsesión, fobia, pero más allá
de eso, el psicoanálisis muchas veces –no siempre, pero con muchos sujetos–
cambia algo al nivel de la manera de relacionarse al otro sexo, incluso, es a
este nivel el verdadero efecto. Y es por eso, por ejemplo, que Lacan comenta el
caso de El hombre de las ratas, de Freud. Freud ha curado al hombre
de las ratas de manera magnífica de su obsesión, pero sin su obsesión el hombre
de las ratas era todavía un neurótico con una relación a la muerte y a la mujer
que necesitaba un poco más de análisis.
-Esto va en la línea del
planteo que le formulo, vale decir que la obsesión –por ejemplo– sería más
fácil de superar.
-Más visible, sobre todo.
-A cien años del Blooms
day, retomo un planteo que expusiera en relación con la tesis que postula
Jung con respecto al Ulises de Joyce. Jung decía que era
ininterpretable. Su afirmación es que esa tesis es perfectamente
lacaniana avant la lettre.
-Lacan no
ha dicho exactamente que Joyce no era interpretable. Ha dicho cosas, pero bajo
otra forma. Ha dicho que su texto no dice nada a nuestro inconsciente, no
resuena con nuestro inconsciente. Él no ha hablado exactamente del no
interpretar. Me parece que Jung ha captado algo, efectivamente, que algunos no
están de acuerdo, los universitarios no están de acuerdo para decir que Joyce
no se puede interpretar, queUlises, más bien, no se puede interpretar.
Intentan interpretarlo y dicen: puesto que intentamos hacerlo y lo hacemos como
pueden decir que no es interpretable. Pero creo que Jung captó algo y, además,
estaba enfurecido con el texto de Ulises, porque vio que parecía
algo como asociación libre, pero que no se lograba sacar una interpretación.
Había tantas interpretaciones probables que no había una posible.
-Antes de Lacan, Jung ya
había centrado su atención en ese texto.
Sí, había captado eso sobre
Ulises. Es un texto bien interesante, pero sabe que antes de Lacan, muchas
cosas interesantes fueron dichas.
-Y después también, por
suerte. En su viaje a la Argentina durante julio de 2004 ha tenido
participación en distintos ámbitos, uno de los más importantes es el
concerniente a la I Cita de la Escuela de Psicoanálisis del Campo Lacaniano.
¿En qué consiste?
-Sí, mañana empezamos lo
que llamamos la cita –en francés, la rendezvous– del foro y de la
Escuela Internacional del Campo Lacaniano. Hay dos partes. En realidad, hay una
parte que es un congreso epistémico teórico bajo el título Las
interpretaciones del psicoanálisis, es decir, las concepciones del
psicoanálisis respecto a la dirección de la cura hacia el final de análisis,
especialmente. Además, tenemos un día y medio de asamblea institucional, porque
en nuestro conjunto internacional de foro y de escuela hemos creado la escuela
después de la internacional de los foros en diciembre.
Una nueva configuración
institucional. Hemos decidido que, después de dos años, íbamos a reestudiar los
dispositivos elegidos y, eventualmente, a modificarlos en función a la
experiencia realizada. Así, se destina medio día para la asociación de los
Foros, medio día para la asociación de Escuela, otro medio día para un voto de
la Asamblea de la Internacional de los Foros y, después, un voto por correo de
todos los miembros de la Escuela. También se va a desarrollar la Cita, que es
abierta al público general. Uno viene, se inscribe, escucha, participa, discute
si quiere. Quisiera subrayar la importancia y lo que está en juego en
este encuentro actual, puesto que es un momento, precisamente, para ajustar
este dispositivo internacional del cual le decía un momento atrás, que presenta
cierta dificultad y que intentamos corregir los tropiezos.
-Y avanzar.
-Y avanzar siempre.
viernes, 11 de mayo de 2012
"La dificultad de vivir" Entrevista publicada por la revista Panorama (Roma) en su número del 21 de diciembre de 1974
Panorama entrevistó
a Lacan para hablar del psicoanálisis, de sus métodos, técnica y doctrina.
Panorama: Prof.
Lacan, se escucha hablar más y más a menudo de la crisis del
psicoanálisis: se dice que Sigmund Freud está superado, la sociedad
moderna ha descubierto que su doctrina no alcanza a comprender al hombre ni a
interpretar a fondo su relación con el ambiente, con el mundo...
Lacan: Son
historias. En primer lugar: la crisis, no existe. No está, el psicoanálisis, al
contrario, no ha alcanzado del todo sus límites. Hay aún muchas
cosas para descubrir tanto en la práctica como en la doctrina. En el
psicoanálisis no hay solución inmediata, sino solamente la larga
y paciente investigación acerca de los porqués. En segundo lugar: Freud.
¿Cómo se lo puede juzgar como superado si no lo hemos comprendido
enteramente? Lo que sabemos es que ha dado a conocer cosas totalmente
novedosas que no se habían imaginado antes de él, problemas... del inconsciente
hasta la importancia de la sexualidad, del acceso a lo simbólico al
sujetamiento a las leyes del lenguaje. Su doctrina ha puesto a la verdad en
cuestión, un asunto que concierne a cada uno personalmente. Nada que ver con
una crisis. Repito: estamos lejos de los objetivos de Freud. Es porque su
nombre ha servido para cubrir muchas cosas que ha habido desviaciones,
los epígonos no han seguido siempre fielmente el modelo, eso ha creado la
confusión. Después de su muerte en 1939, algunos de sus alumnos
pretendieron hacer el psicoanálisis de otra manera, reduciendo su enseñanza a
algunas pequeñas fórmulas banales: la técnica como rito, la práctica
reducida al tratamiento del comportamiento y, como objetivo, la readaptación
del individuo a su entorno social. Es decir, la negación de Freud, un
psicoanálisis acomodaticio, de salón. Él mismo lo había previsto. Decía
que hay tres posiciones imposibles de sostener, tres tareas imposibles:
gobernar, educar y psicoanalizar. Hoy día poco importa quien tiene
las responsabilidades de gobernar y todo el mundo se pretende educador.
En cuanto a los psicoanalistas, ¡ay!, por desgracia prosperan como
los magos y los curanderos. Proponer ayudar a las personas significa el éxito
asegurado y la clientela detrás de la puerta. El psicoanálisis es otra cosa.
Panorama: ¿Qué
exactamente?
Lacan: Lo
defino como un síntoma, revelador del malestar de la civilización en la cual
vivimos. No es ciertamente una filosofía, yo aborrezco la filosofía, hace
ya tiempo que ella no dice nada interesante. No es tampoco
una fe y tampoco me va llamarla ciencia. Digamos que es una
práctica que se ocupa de aquello que no anda, terriblemente difícil ya
que pretende introducir en la vida cotidiana al imposible y al
imaginario. Hasta ahora, ha obtenido ciertos resultados, pero no dispone aún de
reglas y se presta a toda suerte de equívocos. No hay que olvidar
que se trata de algo totalmente nuevo, tanto sea en relación a la
medicina, o a la psicología o a las ciencias afines. Es asimismo muy joven.
Freud murió apenas hace 35 años. Su primer libro, “La interpretación de
los sueños” fue publicado en 1900 y con muy poco éxito. Creo que fueron
vendidos unos 300 ejemplares en aquellos años. Tenía pocos alumnos que
pasaban por locos y ellos mismos no estaban de acuerdo acerca de la
manera de poner en práctica y de interpretar aquello que habían
adquirido.
Panorama: ¿Qué
es lo que no anda en el hombre hoy en día?
Lacan: Hay
una gran fatiga de vivir como resultado de la carrera hacia el progreso.
Se espera del psicoanálisis que descubra hasta dónde se puede llegar
arrastrando esa fatiga, ese malestar de la vida.
Panorama: ¿Qué
es lo que empuja a la gente a analizarse?
Lacan: El
miedo. Cuando al hombre le llegan las cosas, incluso las cosas que ha querido,
que no comprende, tiene miedo. Sufre de no comprender y poco a poco entra en un
estado de pánico. Es la neurosis. En la neurosis histérica el cuerpo deviene
enfermo del miedo de estar enfermo sin estarlo realmente. En la neurosis
obsesiva el miedo pone cosas bizarras en la cabeza... pensamientos que no
se pueden controlar, fobias en las cuales formas y objetos adquieren
significaciones diversas y espantosas.
Panorama: ¿Por
ejemplo?
Lacan: El
neurótico llega a sentirse empujado por una necesidad espantosa de
tener que verificar docenas de veces si la canilla está
cerrada de verdad o si tal cosa está bien en su lugar, sabiendo con
certeza que la canilla está como debe estar y que la cosa está en su
lugar. No hay pastilla que cure eso. Tú debes descubrir por qué eso
te llega y saber lo que eso significa.
Panorama: ¿Y
el tratamiento?
Lacan: El
neurótico es un enfermo que se trata con la palabra, sobre todo con la
suya. Debe hablar, contar, explicar él mismo. Freud lo define así: “asunción de
la parte del sujeto de su propia historia, en la medida en que ella está
constituida por la palabra dirigida a otro”. El psicoanalista no tiene más
remedio que ser el rey de la palabra. Freud explicaba que el inconsciente
no es tanto profundo sino más bien que es inaccesible a la
profundización consciente. Y decía también que en ese inconsciente
“ello habla”: un sujeto en el sujeto trascendiendo al sujeto. La palabra es
la gran fuerza del psicoanálisis.
Panorama: ¿Palabra
de quien? ¿Del enfermo o del analista?
Lacan: En
el psicoanálisis, los términos “enfermo, médico, medicina” no son exactos, no
son utilizados. Incluso las fórmulas pasivas que son utilizadas habitualmente
no son justas. Se dice “hacerse psicoanalizar”. Es falso. Aquel que hace
el trabajo en análisis es aquel que habla, el sujeto analizante mismo si él lo
hace según el modelo sugerido por el analista que le indica cómo proceder
y lo ayuda con sus intervenciones. Las interpretaciones que les son
proporcionadas parecen dar sentido en un primer abordaje a aquello que el
analizante dice. En realidad la interpretación es más sutil, tiende a borrar el
sentido de las cosas por las cuales el sujeto sufre. El objetivo es el de
mostrarle a través de su propio relato que su síntoma, digamos la enfermedad,
no está en relación con nada, que está desanudada de todo sentido.
Incluso, si en apariencia es real, él no existe. Las vías por las cuales esta
acción de la palabra procede pide mucha práctica y una paciencia
infinita. La paciencia y la ponderación son los instrumentos del psicoanálisis.
La técnica consiste en saber ponderar la ayuda que se le da al
analizante; es por esto que el psicoanálisis es difícil.
Panorama: Cuando
se habla de Jacques Lacan, se asocia inevitablemente ese nombre a una fórmula:
“el retorno a Freud”. ¿Qué significa eso?
Lacan: Exactamente
eso que es dicho. El psicoanálisis es Freud. Si se quiere hacer
psicoanálisis, hay que referirse a Freud, en sus términos, en sus definiciones,
leídas e interpretadas en su sentido literal. He fundado en París una escuela
freudiana justamente para eso. Hace 20 años o más que vengo
explicando mi punto de vista: el retorno a Freud simplemente significa
despejar el campo de las desviaciones y de los equívocos, de las fenomenología
existenciales por ejemplo tanto como del formulismo institucional de las
sociedades analíticas, retomando la lectura de su enseñanza según los
principios definidos y catalogados en su trabajo. Releer Freud quiere decir
solamente releer Freud. Aquel que no hace esto en psicoanálisis, utiliza
formas abusivas.
Panorama: Pero
Freud es difícil. Y Lacan, dicen, lo torna incomprensible. Se le reprocha a
Lacan hablar y sobre todo escribir de tal manera que solamente aquellos
iniciados pueden esperar comprender.
Lacan: Lo
sé, tengo la reputación de ser un oscuro que esconde su pensamiento en
nubes de humo. Yo me pregunto el porqué. A propósito del análisis, respeto
conjuntamente con Freud que sea “el juego intersubjetivo a través del
cual la verdad entre en el real”. ¿No está claro? Pero el psicoanálisis no es
una cosa simple. Mis libros tienen reputación de incomprensibles. ¿Pero
por quién? No los he escrito para todos, para que sean comprendidos por todos.
Al contrario, no me he preocupado ni un instante de complacer a algunos
lectores. Tengo cosas para decir y las digo. Me es suficiente tener un
público que lee, y si no comprende, paciencia. En cuanto al número de
lectores, tengo más chance que Freud. Mis libros son muy leídos; estoy
asombrado por eso. Estoy convencido que dentro de 10 años
como máximo, quien me lea me encontrará transparente como una buena jarra
de cerveza. Es posible que entonces se diga: ¡ese Lacan, es banal!
Panorama: ¿Cuáles
son las características del lacanismo?
Lacan: Es
un poco apresurado decirlo ya que el lacanismo no existe aún. Se percibe
apenas un olor, como un presentimiento. Sea lo que sea, Lacan es un señor
que practica el psicoanálisis hace 40 años y que estudia desde hace más
tiempo. Creo en el estructuralismo y en la ciencia del lenguaje. He escrito en
uno de mis libros que “ aquello a lo cual nos devuelve el descubrimiento
de Freud es a la importancia del orden en el cual hemos entrado, en el que
somos, si se puede decir, nacidos por segunda vez, saliendo del
estado llamado justamente infans, sin palabra”. El orden simbólico sobre
el cual Freud ha fundado su descubrimiento está constituido por el lenguaje,
como momento del discurso concreto universal. Es el mundo de las palabras
que creó el mundo de las cosas, inicialmente confusas en el devenir del
todo. Solamente las palabras dan un sentido cabal a la esencia de las
cosas. Sin las palabras, nada existiría. ¿Cuál sería el placer sin el
intermediario de la palabra? Mi idea es que Freud al enunciar en sus
primera obras (“La interpretación de los sueños”, “Mas allá del principio del
placer”, “Tótem y tabú”) las leyes del inconsciente formuló, como precursor de
su tiempo, las teorías con las cuales algunos años mas tarde Ferdinand de
Saussure abrió el camino de la lingüística moderna.
Panorama: ¿Y
el pensamiento puro?
Lacan:
Sometido, como todo el resto, a las leyes del lenguaje, solamente las palabras
pueden introducir y darle consistencia. Sin el lenguaje, la humanidad no daría
un paso hacia el frente en las investigaciones acerca del pensamiento.
Del mismo modo para el psicoanálisis. Sea cual sea la función que quisiéramos
atribuirle, agente de cura, de formación o de sondeo, no hay mas que un medium
del que se sirve : la palabra del paciente. Y cada palabra pide
respuesta.
Panorama: ¿El
análisis como diálogo? Hay gente que lo interpretan sobretodo como un
sucedáneo laico de la confesión...
Lacan:
¿Pero qué confesión? Al psicoanalista no se le confiesa nada. Se va a decirle
simplemente todo lo que se le pasa por la cabeza. Palabras precisamente.
El descubrimiento del psicoanálisis, es el del hombre como animal parlante. Es
asunto del analista el poner en serie las palabras que escucha y de darle
un sentido, una significación. Para realizar un buen análisis, hace falta un
acuerdo, una afinidad entre el analizante y el analista. A través de las
palabras de uno, el otro busca hacerse una idea de lo que se trata y a
encontrar mas allá del síntoma aparente, el difícil nudo de la verdad.
Otra función del analista es la de explicar el sentido de las palabras para
hacer comprender al paciente acerca de lo que puede esperar del
análisis.
Panorama: Entonces
es una relación de una extrema confianza.
Lacan: Sobre
todo un intercambio, en el cual lo importante es que uno habla y el otro
escucha. Aún en silencio. El analista no plantea preguntas y no tiene ideas. Da
solamente las respuestas que hace falta dar a las preguntas que suscitan sus
buenas ganas. Pero a fin de cuentas , el analizante va siempre a
donde el analista lo lleva.
Panorama: Eso
es la cura. ¿Y acerca de las posibilidades de curación? ¿Se sale de la
neurosis?
Lacan:
El psicoanálisis tiene éxito cuando vacía el campo tanto del
síntoma como del real, y así llega a la verdad.
Panorama: ¿
Podría explicarme ese concepto de una manera menos lacaniana?
Lacan: Yo
llamo síntoma a todo aquello que viene del real. Y el real es todo
aquello que no anda, que no funciona, eso que hace obstáculo a la vida del
hombre y a la afirmación de su personalidad. El real vuelve siempre al mismo
lugar, se lo encuentra siempre allí con las mismas manifestaciones. Los
científicos disponen de una bella fórmula: que no hay nada de imposible
en el real. Hace falta ser un caradura para hacer afirmaciones de ese
género, o bien como yo lo sospecho, una ignorancia total acerca de lo que se
hace y de lo que se dice. El real y el imposible son
antitéticos; no pueden estar juntos. El análisis empuja al sujeto hacia
el imposible, le sugiere considerar el mundo como es verdaderamente, es
decir imaginario y sin ningún sentido. Mientras que el real, como un
pájaro voraz , no hace otra cosa que nutrirse de cosas sensatas, de
acciones que tienen un sentido. Se escucha siempre repetir que hay
que darle un sentido a esto o a aquello, a sus propios pensamientos, a sus
propias aspiraciones, a los deseos, al sexo, a la vida. Pero de la vida
no sabemos nada de nada, cómo se sofocan los científicos por
explicar. Mi miedo es que por culpa de ellos, el real, cosa
monstruosa que no existe, termine tomando la delantera. La ciencia está
en tren de sustituir a la religión, con otro tanto de despotismo,
de oscuridad y de oscurantismo. Hay un dios átomo, un dios espacio, etc. Si la
ciencia o la religión lo logran, el psicoanálisis está acabado.
Panorama:¿Qué
relación guardan entre sí hoy día la ciencia y el psicoanálisis?
Lacan: Para
mí la única ciencia verdadera, seria para seguir es la ciencia ficción. La
otra, aquella que es oficial, que tiene sus altares en los
laboratorios, avanza a tientas y a locas y comienza a tener
miedo de su sombra. Pareciera que a los científicos también les llegó el
momento de angustia. En sus laboratorios asépticos revestidos de sus
guardapolvos almidonados, esos viejos niños que juegan con cosas
desconocidas, manipulando aparatos siempre más complicados e inventando fórmulas
siempre más oscuras, comienzan a preguntarse qué es lo que podrá
sobrevenir mañana y qué terminarán aportando sus investigaciones siempre
novedosas. En fin, digo. ¿Y si es demasiado tarde? Se llamen biólogos,
físicos, químicos, para mí están locos. Solamente por el momento,
mientras están en vías de destruir el universo, les viene al espíritu
preguntarse si por azar eso que hacen no sería peligroso. ¿Y si todo
saltara? ¿ Y si las bacterias tan amorosamente elevadas en los blancos
laboratorios se trasmutasen en enemigos mortales? ¿Y si el mundo
fuera barrido por una horda de esas bacterias con todo lo merdoso
que lo habita, comenzando por los científicos de los laboratorios? Hay
tres posiciones imposibles dichas por Freud: gobernar, educar y
psicoanalizar. Agregaría una cuarta: la ciencia. Tan cerca como las
demás, los científicos no saben que están en una
posición insostenible.
Panorama: Es
una definición bastante pesimista de aquello que comúnmente se llama
progreso.
Lacan:
Para nada, no soy para nada pesimista. No llegará a nada, por la simple razón
de que el hombre es un bueno para nada, incapaz de destruirse a sí mismo.
Una calamidad total promovida por el hombre, eso lo encontraría personalmente
maravilloso. Sería la prueba de que finalmente ha logrado fabricar alguna cosa
con sus manos, con su cabeza, sin intervención divina , natural o de otra
especie. Todas esas bellas bacterias bien nutridas que se pasean por el
mundo, como las langostas bíblicas, significarían el triunfo del
hombre. Pero eso no llegará jamás. La ciencia tiene su buena crisis
de responsabilidad. Todo reentrará en el orden de las cosas, como se
dice. Lo he dicho, el real tendrá la superioridad como
siempre y nosotros estaremos jodidos como siempre.
Panorama: Otra
de las paradojas de Jacques Lacan. Nos lanza no solamente la dificultad
del lenguaje y la obscuridad de los conceptos, los juegos de palabras, los
divertimentos lingüísticos, los acertijos a la francesa y precisamente las
paradojas. Aquel que lo escucha o lo lee debe de sentirse desorientado.
Lacan: No
agrado del todo, digo las cosas muy seriamente. Salvo que utilice
las palabras como lo los científicos, de los que hablamos antes, utilizan sus
alambiques y sus gadgets electrónicos. Busco siempre referirme a la
experiencia del psicoanálisis.
Panorama: Usted
dijo: el real no existe. Pero el hombre medio sabe que el real es el
mundo, todo aquello que lo rodea, lo que se ve ante el ojo desnudo, se
toca, es ...
Lacan: De
entrada rechacemos a este hombre medio que , él, para comenzar no
existe, es solamente una ficción estadística, existen los individuos y eso es
todo. Cuando escucho hablar del hombre de la calle, de los sondeos, de los
fenómenos de masa o de cosas parecidas, pienso en todos los pacientes que he
visto pasar sobre el diván de mi consultorio en cuarenta años de escucha. No
hay uno solo que sea parecido a otro, ninguno con la misma fobia, la misma
angustia, la misma manera de relatar, el mismo miedo de no entender. El hombre
medio, ¿quien es ? ¿Yo, usted, nosotros, mi conserje, el presidente de la
república ?
Panorama: Hablamos
del real, del mundo que todos vemos ...
Lacan:
Precisamente. La diferencia entre el real, a saber, eso que no va y el
simbólico y el imaginario, a saber, la verdad, es que el real es el mundo. Para
constatar que el mundo no existe, que no es, hace falta pensar en todas las
cosas banales que una infinidad de gente estúpida creen que es el mundo.
E invito a los amigos de Panorama, antes de acusarme de paradoja, a
reflexionar acerca de lo que acaban de leer.
Panorama: Siempre
más pesimista se diría...
Lacan: No
es cierto. No me coloco entre los alarmistas ni entre los angustiados.
Estupendo si un psicoanalista no ha dejado atrás su estado de la angustia.
Es cierto, hay alrededor de nosotros cosas horripilantes y devorantes,
como es la televisión, por la cual la mayoría de nosotros se
encuentra regularmente fagocitado. Pero es únicamente porque las personas
se dejan fagocitar que llega a inventarse un interés para
aquellos que los ven. Luego hay otros gadgets monstruosos tan
devorantes, los cohetes en la luna, las investigaciones en el fondo del
mar, etc, cosas que devoran, pero no hay de qué hacer un drama.
Estoy seguro que cuando hayamos tenido los cohetes, la televisión y todas las
otras malditas investigaciones para la vida, encontraremos
otras cosas para ocuparnos. Hay una reviviscencia de la religión ¿no? ¿Y
que mejor monstruo devorante que la religión, una feria continua con la
cual entretenerse durante siglos como ya ha sido demostrado? Mi respuesta a
todo ello es que el hombre siempre supo adaptarse al mal. El solo real
concebible al que tenemos acceso es precisamente este y hay que
darse una razón. Dar un sentido a las cosas como se dice. De otro modo el
hombre no tendría angustia. Freud no habría devenido célebre y yo no
sería profesor del colegio.
Panorama: Las
angustias , ¿son todas ellas siempre de ese tipo o bien hay
angustias ligadas a ciertas condiciones sociales, a ciertas etapas históricas,
a ciertas latitudes?
Lacan: La
angustia del científico que tiene miedo de sus propios descubrimientos
puede parecer reciente, pero ¿qué sabemos nosotros de aquello
que les llegó en otras épocas, de los dramas de otros
investigadores? La angustia del obrero remachado a la cadena de
montaje como al remo de una galera, esa es la angustia de hoy día. ¿
O mas simplemente está ligada a las definiciones y a las palabras
de hoy?
Panorama: Pero
¿qué es la angustia para el psicoanálisis?
Lacan: Algo
que se sitúa en el exterior de nuestro cuerpo, un miedo, un miedo de nada mas
que del cuerpo - comprometido el espíritu -pueda motivar. En suma, el miedo del
miedo. Mucho de esos miedos, mucha de esas angustias, al nivel donde lo
percibimos, tienen alguna cosa que ver con el sexo. Freud decía que
la sexualidad para el animal parlante que se llama el hombre, no tiene ni
remedio ni esperanza. Uno de los deberes del analista es el de encontrar
en las palabras del paciente el nudo entre la angustia y el sexo, ese gran
desconocido.
Panorama: Ahora
que se coloca al sexo en todas las salsas, sexo en el cine, en el teatro,
en la televisión, en los diarios, en las canciones, en la playa, se oye
decir que la gente está menos angustiada concerniente a los problemas
ligados a la esfera sexual. Los tabúes han caído, se dice, el sexo ya no
da miedo ...
Lacan: La
sexomanía galopante es solamente un fenómeno publicitario. El psicoanálisis es
una cosa seria que comporta , y lo repito, una relación estrictamente
personal entre dos individuos: el sujeto y el analista. No existe psicoanálisis
colectivo, como no existe angustias o neurosis de masas. Que el sexo sea puesto
a la orden del día y expuesto en todos los rincones de las calles,
tratado de la misma manera que no importa cual detergente en los
carruseles televisivos, no constituye absolutamente promesa alguna de
beneficio. No digo que esté mal. Ciertamente, eso no sirve para asistir a
las angustias y a los problemas singulares. Eso forma parte del mundo, de
esa falsa liberación que nos es proporcionada como un bien acordado desde
lo alto por la susodicha sociedad permisiva. Pero eso no
sirve al nivel del psicoanálisis.

Suscribirse a:
Entradas (Atom)